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Thomas Piketty

El economista que maravilla a la izquierda

Aplaudido y leído con voracidad, el economista francés Piketty, autor de «El capital en el siglo XXI», en el que desgrana la concentración de la riqueza y el aumento de la desigualdad, se ha convertido en un referente para la izquierda

Thomas Piketty, economista francés de 44 años que con solo 22 ejercía como docente en el Massachusetts Institute of Technology (MIT), se ha erigido en una de las voces de referencia entre los partidos occidentales de izquierda, como confirma su acercamiento al partido español Podemos.

El autor de «El capital en el siglo XXI» (2013), un extenso y minucioso ensayo sobre la concentración de la riqueza y el aumento de la desigualdad del que ha vendido más de 1,5 millones de copias, asesorará en materia económica al partido de Pablo Iglesias, con quien se reunió ayer en París. El gran libro de Piketty, que le convirtió una estrella en Estados Unidos y, después, en Europa, parte de una tesis simple: cuando la tasa de retorno del capital (beneficios, dividendos, intereses y vivienda) es mayor que la tasa de crecimiento de un país, la riqueza se concentra y la desigualdad aumenta.

La labor del ahora profesor de la Escuela Económica de París para el programa de Podemos consistirá precisamente en elaborar un «plan integral de lucha contra la desigualdad» en un país con un alto índice de desempleo (22,2 % el pasado julio) que contribuya a «cambiar el equilibrio político de Europa».

Piketty (Clichy, 1971), que redactó su tesis doctoral sobre la redistribución de la riqueza en la London School of Economics (LSE), no es neófito en política y ya en 2007 ejerció como asesor económico de la entonces candidata presidencial del Partido Socialista (PS) francés, Ségoléne Royal. Pero el profesor se ha alejado de la corriente dominante entre los socialistas galos, menos radical y más reformista desde que François Hollande llegó al Palacio del Elíseo en 2012.

El economista, doctorado por la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales (EHESS), aboga por medidas de impacto que eleven los impuestos de las rentas más altas y de los grandes patrimonios. En su texto «Por una revolución fiscal», publicado en 2012 y escrito junto a sus colegas Camille Landais y Emmanuel Saez (docentes en la LSE y Berkeley, respectivamente), Piketty proponía un impuesto del 10 % para los ingresos mensuales de 2.200 euros y del 60 % para aquellos que superen los 100.000 euros. Sus tesis, que persiguen una redistribución más justa de los recursos, buscan corregir realidades ásperas, como que la fortuna de las 85 personas más ricas del mundo equivaliese en 2014 a la de la mitad de la población del planeta, es decir, unos 3.500 millones de individuos, según Oxfam.

Lo hace desde el plano académico y teórico, pero también lanzando iniciativas concretas, tanto para afrontar crisis puntuales como la reestructuración de la deuda helena y aliviar las finanzas griegas, como para perfilar un modelo de gobernanza económica para la eurozona que evite eventuales recaídas en los mismos errores.

El impulsor y profesor de la Escuela de Economía de París acusa al Banco Central Europeo (BCE) de desarrollar políticas «de asfixia», en particular contra Atenas, según explicaba recientemente en una entrevista en la que abogó por «convocar una conferencia sobre la deuda que permita reestructurar el conjunto de deudas de la zona euro». Considera, además, que los 19 países que comparten la moneda única europea deben crear «una cámara parlamentaria de la zona euro, constituida por representantes de los parlamentos nacionales, en proporción de la población de cada país». Su misión consistiría en regular «de manera democrática» la elección del nivel del déficit, de la inversión pública y supervisar la unión bancaria y el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE).

Aplaudido y leído con voracidad, Piketty también ha recibido severas críticas, metodológicas, teóricas y políticas. El «Financial Times» encontró errores de cálculo en su célebre libro y hay académicos que se sorprenden al ver que en las tesis del economista francés se computa la vivienda como capital y se soslaya el capital humano, por ejemplo. Otros creen que sobrestima el cálculo de la rentabilidad futura y lamentan que no haya considerado la rápida depreciación de las nuevas fórmulas de capital, como el digital. Y muchos sostienen que es cuando menos ingenuo que, tras más casi mil páginas de análisis económico, Piketty solo proponga un impuesto universal progresivo que redistribuya los recursos de una manera más justa.

Tanto quienes le pintan como inspirador de los parias de la Tierra como aquellos que le señalan como el gran enemigo del crecimiento económico, nadie pone en duda la brillantez y frescura de Piketty.

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