Leía el otro día a un inversor de startups conocido que no es lo mismo fracasar que dejar de intentarlo. Saco dos conclusiones importantes; la primera, que fracasar sabemos que se ha convertido en un verbo con connotaciones positivas para el emprendedor, por el aprendizaje que conlleva. Lo vemos como ingrediente básico en la receta del éxito. Y en segundo lugar, que emprender trae consigo los golpes del día a día y sobre todo, tu reacción ante ellos. Cada vez que tropieces tendrás dos opciones: quedarte en la comodidad del suelo que todos pisan o volver a levantarte. Porque el castillo que construyas, tu empresa, se irá una y otra vez abajo, porque los planes que diseñes se verán truncados con la realidad del mercado, porque estás creando una nueva forma de hacer empresa; y ese castillo, tendrás que reinventarlo una y otra vez. Desde los cimientos, siempre que sea necesario.

Seguro que todos recordamos casos famosos de éxito. Si pensamos en Henry Ford, nos imaginamos a un exitoso empresario que montó una conocida empresa de coches o como el precursor de las cadenas de producción modernas que fue. Pero lo que nadie sabe es todo lo que tuvo que perseverar hasta llegar allí, superando varias veces una situación de bancarrota.

O el caso de los fundadores de Rovio, que podrían haber tirado la toalla cuando se dieron cuenta que el tiempo de desarrollo de su enésimo juego se iba tres veces sobre lo previsto. O cuando después de lanzarlo en su Finlandia natal, no conseguían ninguna descarga. Sin embargo, perseveraron. Varios cambios en el diseño del juego y algunas acciones de marketing sin presupuesto en Youtube después, colocaron Angry Birds en el puesto 1 en venta en todos los países del mundo. Y fue por no rendirse, aún 6 años después de arrancar la empresa.

Si estás empezando una empresa, seguro que te planteas elegir al mejor compañero de viaje: tu cofounder. Ya sabes que no puedes pensar en alguien perfecto, pero si alguien que te complemente y que comparta contigo una forma de trabajar parecida. Ser emprendedor es tener unas cualidades extraordinarias que no comparten el resto de mortales. Visión extrema para imaginarte tu empresa en cinco años. Capacidad para trabajar en equipo todas las horas del mundo y más. Determinación para convencer a tu entorno para que igual que tú crean en el proyecto con los ojos cerrados (inversores, trabajadores, clientes). Una curva de aprendizaje de alucinar; y sobre todo, capacidad de asumir riesgos impensables. Seguro que en tu lista de deseos para el cofounder ideal están todas estas cualidades y muchas más.

Thomas Edison acuñó una frase después de mil inventos que fueron un fracaso: «el genio es 1% de inspiración y 99% de transpiración». Perseverante es aquel que no se rinde a la primera, sino que sigue hasta el final, no importa lo que los primeros resultados o su entorno le digan. Y ese esfuerzo es el que más te acercará al éxito. Así que cuando busques detectar una virtud en el que será tu socio, elige la perseverancia.