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Camino inverso: de la ciudad al campo para recuperar la vida

Esperanza Meléndez, a la derecha, socia de la cooperativa L'Hort del Manyano. levante-emv

Esta es una historia de caminos cruzados, de ida y vuelta, de generaciones que dejan despoblado el campo en busca de la ciudad y de mujeres urbanitas que, hartas de la jungla de asfalto, lo dejan todo para construirse una nueva vida pegada a la tierra. Es la historia, por ejemplo, de Esperanza Meléndez, trabajadora social: «He estado 22 años en Comisiones Obreras, en proyectos e innovación social. En 2009 me lo dejé, cansada». También la de Begoña Antequera: «Soy psicóloga, pero trabajaba en seguros. Un día dije: 'Esto me está saturando'».

Ese 'no puedo más' está en el sustrato de l'Hort del Manyano, la cooperativa agrícola que estas dos mujeres llevan entre manos desde hace un año y que se está convirtiendo en un fenómeno de moda en las comarcas de Castelló. Su motivación tiene mucho de salida personal, pero también de «preservación del entorno». Su objetivo, en pocas palabras, es devolver el valor a zonas de cultivo que han sido abandonadas por ese proceso social de despoblación por la migración campo-ciudad.

La inmensa mayoría de las parcelas que están recuperando pertenecen a personas mayores, prioritariamente mujeres viudas o solteras que no tienen a nadie que cuide su propiedad. Con la fórmula jurídica de la «custodia de territorio», esas propietarias ceden a la cooperativa parte de sus tierras por el simple placer de «ver su campo limpio y en producción», explica Antequera. La custodia del territorio es una fórmula que nació en los años 70 en Estados Unidos. Las entidades que se dedican a ello no pueden tener ánimo de lucro.

«Preservas la tierra que cultivas, y generas empleo», afirma Esperanza Meléndez. «Las ciudades son muy bonitas pero cuando hay hambre en una terraza no puedes plantar patatas», añade Begoña citando a su abuelo, un agricultor de Almassora apodado el Manyano: «Si no cuidamos el campo desequilibramos el ecosistema». Con este formato y en unos meses ya están trabajando parcelas tanto en el litoral: Almassora, Burriana, Vila-real y pronto en Castelló; como en el interior: Serra d'en Galceran, Benlloch, Vilafamès, Sant Joan de Moro y contactos en l'Alcora y Borriol.

En cuanto a la producción, se trata de naranja ecológica en las zonas del litoral, y almendra y oliva en las de secano. De momento, ya han vendido la producción y han establecido contactos para colocar en Holanda un aceite exclusivo de una extensión de olivos centenarios.

L'Hort del Manyano, en estos momentos, se encuentra en pleno crecimiento. Se ha producido un «efecto llamada». Su actividad está corriendo en círculos agrarios y pequeños propietarios y ayuntamientos que tenían bancos de tierra abandonados se están poniendo en contacto con ellas para colaborar.

Begoña y Esperanza no están solas. Un equipo de colaboradoras, con un perfil de entre 30 y 45 años, «urbanitas» como ellas, participa en los proyectos de puesta en valor de las parcelas: una bióloga, una arquitecta. Y también algún hombre, como un filólogo que ayuda en los contactos internacionales. Con ellas está también Regina Monsalve, presidenta del Colegio Oficial de Ingenieros Técnicos Agrícolas y activista del mundo de la ganadería y el cooperativismo feminista, un grupo que hace de puente entre el campo y la ciudad de Castelló.

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