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De bien nacidos es ser agradecidos

L os últimos informes de comercio exterior de la Comunitat Valenciana elaborados por la Secretaria de Estado de Comercio ponen de manifiesto la recuperación de la industria del automóvil, que se consolida como el principal sector exportador valenciano, relegando al sector agroalimentario. Entre enero y agosto de este año, las exportaciones de nuestro sector ascendieron a 3.553,9 millones de euros. El sector del automóvil, por su parte, acumula en el mismo periodo exportaciones por valor de 4.560 millones de euros. La cuestión, no obstante, cambia sustancialmente cuando desgranamos estas cifras atendiendo a la balanza comercial neta en productos como las frutas „especialmente en el caso de los cítricos„, las hortalizas o los vinos.

En ese caso, dicha balanza cae claramente del lado del sector agroalimentario. En la época de vacas flacas „que todavía no hemos dejado atrás por completo„, ha sido el sector agroalimentario el que ha tirado con fuerza de la economía valenciana, generando empleo y riqueza, maquillando las malas estadísticas de otros sectores productivos en los grandes cuadros macroeconómicos. Se trata de un hecho que no deberíamos olvidar ahora que las aguas vuelven poco a poco a su cauce. Sin embargo, parece que esto no es valorado en su justa medida por las Administraciones y, si me apuran, por el conjunto de la sociedad.

Ha llegado el momento de «agradecer los servicios prestados» „y los que todavía quedan por prestar„ con una consideración estratégica para el sector agroalimentario que trascienda los límites de los discursos y de las intenciones que no se materializan en hechos. Pese a los resultados macroeconómicos, los problemas del campo valenciano siguen siendo patentes.

El principal lastre para el desarrollo de nuestra actividad no es otro que el de la rentabilidad. De poco vale para nuestros productores ser punteros en exportaciones campaña tras campaña cuando las rentas que obtienen apenas cubren los gastos que han de asumir. Eso sin contar con que además corren con gran parte de los riesgos, mientras que otros eslabones de la cadena arriesgan poco o nada y obtienen una parte mucho más grande del pastel.

Si no hay rentabilidad, no habrá relevo generacional, crecerá el abandono de parcelas, la degradación del entorno y medioambiental. Estaremos condenando a la agricultura valenciana y con ello, también a la economía, que sufriría una parálisis de la que le resultaría difícil recuperarse. ¿Podemos permitirnos llegar a esta situación? Evidentemente, no, así que ha llegado la hora de actuar.

Presidente Cooperatives Agro-alimentàries de la Comunitat Valenciana

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