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Historias de empresarios

Una estirpe discreta rodeada de glamour

Las hermanas Soriano, copropietarias de Porcelanosa, han dedicado su vida al grupo cerámico de Vila-real

La sede central de Porcelanosa en Vila-real. vicent gamir

Las grandes familias empresariales comparten el gen de la discreción. En Porcelanosa, es casi una religión. Resulta difícil señalar una firma española con tanto renombre de la que sea igual de complicado identificar a sus propietarios, en especial, en este caso, a la rama de los Soriano. De hecho, la marca no está asociada a los dueños, sino a una hispano-filipina que reina desde hace más de cuatro décadas en la prensa rosa española. Sí, Isabel Preysler. Esa voluntad de privacidad que tan difícil convierte la tarea de traspasar los muros familiares contrasta con el glamour que rodea los actos promocionales de esta firma tan atinada a la hora de vender su imagen. Se comprobó el pasado septiembre cuando Porcelanosa inauguró su nueva tienda en Manhattan, ubicada en un edificio histórico de siete pisos remodelado por el arquitecto británico Norman Foster. En el acto intervinieron Richard Gere y Sarah Jessica Parker y al mismo acudieron José Bono, Cayetano Rivera, Finito de Córdoba, Tomás Terry, Jaime Peñafiel, Carolina Herrera y el príncipe Dimitri de Yugoeslavia. Aquel día, Mario Vargas Llosa, que acompañaba a Isabel Preysler, pronunció una afortunada frase que implícitamente retrata a la familia Soriano: «Me dicen que con la gente de Porcelanosa tengo dos cosas en común: Que siempre trabajamos en nuestras vacaciones. Y que nunca nos retiraremos».

Porcelanosa nació de la tierra. Una helada que arrasó los cítricos de La Plana castellonense despertó el instinto emprendedor de José Soriano, quien dio un volantazo a su actividad en unión con otros agricultores damnificados y se pasó al incipiente negocio cerámico con Azulejos Vila-Real (Azuvi). Tenía 25 años en aquel 1956. Soriano fue un pionero al introducir en España los hornos-túneles para la cocción de cerámica decorada y, en 1973, se asoció con los hermanos Colonques para constituir Porcelanosa, un imperio que ahora da empleo a casi 5.000 personas y está presente en cerca de cien países.

El fundador murió en un accidente de tráfico en diciembre de 2000 y su herencia pasó a sus dos hijas, María José y Sonia, tan refractarias a la luz pública como lo fue su padre e igualmente apegadas al terruño. Esta semana, la familia Soriano, como admitían fuentes cercanas a la misma, se ha llevado un enorme disgusto al situar la revista Forbes a María José y su marido, Silvestre Segarra, con 500 millones de euros, en el puesto 82 entre las mayores fortunas de España, catorce lugares por encima de los hermanos Colonques. 75 millones les separan. Les incomoda que se les vincule con el mundo del dinero más que con el del trabajo, a pesar de que uno de los signos distintivos de la firma es la sofisticación que aportan iconos que le han prestado su imagen como Isabel Preysler o, en momentos puntuales, el príncipe de Gales, Carlos de Inglaterra. También porque las copropietarias de aproximadamente la mitad del imperio cerámico son las dos hermanas, no solo María José. Ella ejerce como consejera delegada, mientras que Sonia, licenciada en Ciencias Económicas por la Universidad de Navarra, dirige junto a su marido, Juan Casterá, Sorman, el holding donde se gestiona todo el patrimonio de la familia Soriano Manzanet. Sonia desarrolló la mayor parte de su carrera profesional en el grupo, aunque tras la muerte de su padre se centró en la patrimonial.

Licenciadas

María José se licenció en Derecho también en la Universidad de Navarra y se incorporó a la empresa familiar en 1987. Tenía nueve años cuanto se fundó el grupo y con trece empezó a trabajar en la línea de producción un mes en verano, porque, como confesó en 2013, con motivo del 40 aniversario de Porcelanosa, «mi padre pretendía que no solo conociese la empresa desde dentro, sino que empezara con los empleados». Tiempo después, comenzó a acompañarle en viajes y ferias comerciales: «Me necesitaba por el asunto de los idiomas». El mismo verano en que terminó sus estudios, se incorporó de lleno a la compañía: «No creo que haya pasado nunca más de una semana sin pasar por la empresa; yo diría que junto a mi marido y mis hijos es lo que más quiero en el mundo».

En efecto, la familia veranea en Borriana, siguiendo la costumbre impulsada por el patriarca de no alejarse mucho de Vila-real por si se produce algún problema en la fábrica que requiera su atención. «Se podría decir que mi vida y la de mi familia ha estado condicionada, en lo bueno y en lo menos bueno, por Porcelanosa». La familia es clave en la vida de María José Soriano, madre de cuatro hijos junto a Silvestre Segarra, perteneciente a la saga empresarial valenciana de Calzados Segarra. Este abogado y PDD por el IESE, que representó a Sorman en el consejo del Banco de Valencia entre 2004 y noviembre de 2011, cuando la entidad financiera fue intervenida por el Banco de España, es el vicepresidente y director general de Porcelanosa. Ha pilotado en los últimos quince años la exitosa expansión y consolidación internacional del grupo. Él es de la Vall d'Uixó y ella, de Vila-real; se conocieron durante un verano y se casaron en 1990. Una familia muy valenciana. Esa es la lengua que hablan en casa. Según fuentes de su entorno, el matrimonio vive «una vida sencilla en Vila-real, en la misma calle donde nació» María José Soriano.

Trato llano

La consejera delegada, una mujer de trato llano y respetuoso con todo el mundo y muy trabajadora, según quienes la conocen personalmente, está dedicada al cien por cien a la empresa. María José Soriano siempre afirma que «aquí nunca nadie ha dicho mi fábrica, todos decimos la fábrica porque es de todos», y como recoge el periodista Ángel Álvarez en su libro El imperio Porcelanosa en la fábrica también incluye a empleados, proveedores y algunos clientes. En dicho documento, Álvarez asegura que Soriano «formalmente es la consejera delegada de Porcelanosa SA, y como tal tiene responsabilidad en todas las áreas, si bien por su formación se centra en la organización y estructura administrativa y legal del grupo y sus filiales».

Su vida más allá de la empresa se centra en su familia. Está comprometida con la sociedad y es creyente. De hecho, como cuenta el citado libro, ha colaborado con la Fundación Torremayor, que se encarga de financiar las actividades de los dos colegios que Fomento, la organización educativa próxima al Opus Dei, posee en el cercano municipio de Betxí. En su entorno aseguran que no tiene aficiones extravagantes, que le gustan las películas «distraídas» y las novelas de escritoras españolas como Matilde Asensi o María Dueñas y que no es muy aficionada al deporte, más allá de alguna caminata con su marido.

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