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Opinión

Pasado, presente y futuro del sector agroalimentario valenciano

El sector agroalimentario constituye en la actualidad uno de los pilares fundamentales de la economía valenciana, tanto por el valor de la producción y el empleo que genera como por su proyección exportadora, y ha sido históricamente el motor fundamental del desarrollo de nuestra economía. Es, por otro lado, el sector que mejor se ha comportado durante la larga crisis que ha padecido la Comunidad Valenciana desde el año 2008. Pero lo que incrementa su relevancia en el momento actual es que, de forma directa o indirecta, una parte importante de la actividad de otros sectores dependa de él. De ahí que cualquier problema que afecte a su competitividad constituya una seria amenaza para la economía y la sociedad valenciana en su conjunto.

Fue el sector agrario y las actividades industriales conexas las que impulsaron la economía valenciana desde mediados del siglo XIX hasta los años treinta del siglo pasado. Y fue la demanda que él generó lo que creo las bases de nuestra industria (metalmecánico, mueble, azulejero, químico, etc.). A partir de los años cincuenta fue un motor fundamental del crecimiento del país, tanto por su contribución directa al mismo como por su capacidad de generar divisas, que sirvieron para la alimentar las importaciones de maquinaria. En el desarrollo más reciente de este sector ha cumplido una función fundamental la red comercial desarrollada en torno a la producción agraria, la implantación de un sistema de innovación potente y de vanguardia internacional en el sector agroalimentario y el impulso que han imprimido al desarrollo empresarial las cadenas comerciales con sede en la Comunidad Valenciana. La red de cooperativas del campo, los grandes exportadores hortofrutícolas, un colectivo de probada competencia y tradición heredada de sus abuelos, y cooperativas de segundo grado como Anecoop y otras, creadoras de una gran red de distribución internacional que son motor de innovación en el campo, constituyen factores dinamizadores fundamentales y un capital de valor incalculable. El instituto tecnológico AINIA y varios centros de investigación, tanto del CSIC como de las universidades, constituyen piezas fundamentales del sistema de innovación que está dinamizando tecnológicamente al sector y que le ha permitido situarse en vanguardia a nivel internacional. Por último, pero no menos importante, es de resaltar el papel cumplido por las cadenas de distribución valencianas en la estimulación de la producción y creación de empresas excelentes en el sector.

Lo que acaba de exponerse pone de relieve que en la Comunidad Valenciana no sólo existe un sector agroalimentario potente, dinámico, innovador y dotado de un capital empresarial y humano de primera magnitud. Lo más importante es que se ha generado un potente distrito industrial agroalimentario, con productos de alta calidad y diferenciados, excelentemente posicionado a nivel internacional y altamente innovador. Esto es lo que explica su crecimiento en valor, empleo de calidad y exportaciones.

Pero todo este capital económico y gran potencial de desarrollo futuro tiene una debilidad, que no es otra que la mala conectividad ferroviaria con los principales mercados de destino, Europa del Norte, Centro y Este. Una debilidad que puede lastrar las ventajas competitivas que la Comunidad Valenciana posee en una actividad tan estratégica. Porqué la conexión ferroviaria en ancho europeo constituye una necesidad imperiosa para reducir costes, conseguir mayor agilidad en el acceso a los mercados y superar las limitaciones que supone la climatología adversa en invierno. El problema es que eliminar esta desventaja competitiva no depende de nosotros, sino del Gobierno de España.

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