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Ana Suria: "El boicot al cava catalán nos abrió puertas pero hemos defendido nuestra calidad"

Ana Suria Fernando Bustamante

El cava valenciana afronta otra Navidad con la expectativa de consolidar su marca y aumentar ventas. Ana Suria (Godelleta, 1966) es la gerente y, junto a su marido Vicente García, copropietaria de Pago de Tharsys. Con el 60 % de sus ventas en Japón, esta marca se ha hecho con un hueco en la DO Cava, en la que varias empresas de Requena compiten con el vino del Penedés.

¿Cómo llevan sus compañeros catalanes de la DO que empresas de Requena se estén convirtiendo en referencia del cava?

Lo llevan regular. La DO nos tiene muy mirados. No solo a la empresa sino al municipio. Requena tiene tantas hectáreas de extensión y de posible cultivo para variedades de cava como todo el Penedés. Es un municipio con un potencial de producción grandísimo. La relación con la institución es tensa. Tenemos su supervisión e inspección. Si no es necesario, no nos ayudan.

¿Cómo va de salud el cava valenciano?

Es bueno. Somos un bebé. El origen fue Torre Oria. De ahí se crearon varias marcas. Ahora somos una decena de productores. Muy pocos. Una cosa son los que producimos y otra las etiquetas. Somos muy jóvenes, pequeños, pero con muchos mimbres. Hay muy buen clima, mejor que el Penedés. La uva es sanísima, no llueve, no se pudre. Podemos hacer mucho ecológico. Donde vamos triunfamos con los premios.

Y en cuanto a volumen...

Muy pequeño. Se producen alrededor de 250 millones de botellas y en Requena hacemos unos siete.

¿Qué tal se presenta la campaña de Navidad? ¿Se nota la reactivación o el vino sigue siendo visto como un lujo?

El año está más animado. Estamos reforzando la plantilla desde octubre, para poder llegar a todo. Hay otro ambiente. No sé si es la reactivación de la economía o un reflejo del problema catalán. El boicot anterior, en 2005-2006, se notó muchísimo. Lo digo siempre. Parecía que en lugar de cava tenías penicilina. Nos situó en el mercado. Hasta entonces habíamos hecho cava y hacíamos vino. Pero decías: «Tengo cava valenciano», y la gente se extrañaba. Y ese año la gente lo probó. Abrimos una brecha en el mercado. El boicot nos abrió puertas. Esas ventas luego descendieron, pero nos quedamos con un trocito del mercado y hemos estado luchando y defendiendo nuestra calidad. Nosotros no hacemos del nacionalismo o del boicot una forma de venta sino que nos viene. No la utilizamos. Está ahí. Hay que tener mucho cuidado con esos temas.

Y ahora, ¿les está beneficiando el procés catalán?

Hay alegría, pero no sé si es porque la economía está mejor o por esto. ¿Se debe a que la gente no quiere consumir productos catalanes? No lo puedo decir. En 2005 ocurrió por muchísimo menos de lo que está pasando ahora. Aquellos fueron unas declaraciones de Carod Rovira sobre las Olimpiadas de Madrid, una ridiculez respecto a lo que ocurre ahora. Seguimos estando en el mercado porque hicimos bien el trabajo, no por el boicot.

Quizá otro factor que ha redundado en positivo es la aparición de un nuevo público apasionado de la gastronomía.

Si, lo que pasa es que el consumo ha descendido mucho: de 50 litros por persona y año en España estamos en menos de 20. Eso es patético en un país productor. Ahora se bebe mejor, es algo elegante, distinguido, culto, pero se ha perdido gran cantidad de consumo. Hemos distanciado al consumidor del producto, se toma como un producto de elite, un producto de difícil aproximación. La gente viene a la bodega y lo primero que dice es: «Yo no sé de vino». Y yo pregunto: «¿Entiendes de carne? ¿Y consumes? Pues ya está». No hay que acercarse con la sensación de estar en desventaja. Para disfrutar de algo no hay que entender cómo está hecho y la variedad de la uva.

Hábleme de sus ventas, es decir, de Japón...

Llevamos un lustro en que Japón es nuestro principal mercado. Representamos el 1 % de los espumosos que se venden allí. No está nada mal, aunque no son gran consumidores de vino. Venderemos cerca de 600.000 botellas, el 60% de la producción es para Japón. Vendemos a muchos supermercados, cadenas de alimentación. Ha sido la tabla de salvación de la empresa. Ha compensado la caída de consumo interno.

¿Qué otros mercados están buscando?

Este año estamos explorando otros países asiáticos, como Corea o Taiwan. Pero estamos en EE UU, Suiza, Alemania, un poco en Italia. Somos pequeños. Lo de Japón ha sido una explosión y hemos aguantado el tirón. Es un mercado difícil. Está bajando el número de botellas, pero sube el precio.

¿Prevén aumentar las ventas [2,3 millones en 2014]?

Entre el 7 % y el 10 %.

No son los únicos a los que les va bien. El sector del vino valenciano ha incrementado las exportaciones un 12% hasta agosto.

Tenemos grandes empresas. Siempre ha habido una mentalidad exportadora. En el Grau había y hay grandes bodegas, de suizos: Murviedro, Cherubino Valsangiacomo... Y siempre con vocación exportadora. Gandia Pla, por ejemplo, ha hecho una gran conversión, de gran exportador de graneles a un gran número de botellas. La calidad de las tres DO ha aumentado mucho. Se necesitaba tecnología, medios y ahora los hay. Tenemos que aprender a vender mejor. Vendemos mucho pero vinos muy económicos.

Pago de Tharsys también se está convirtiendo en una referencia en enoturismo, con unas 13.000 visitas al año y la llegada incluso de cruceristas.

Concebimos la bodega como un lugar donde viniera gente. Fuimos a Napa [la región vinícola de California] y vinimos con el enoturismo metido en sangre. El primer empleado externo fue la persona que se ocupaba del turismo en la bodega. Es una línea de negocio muy importante, nos da imagen y nos da ingresos. Tengo tres personas dedicadas a eso, además del hotel y el restaurante. Estamos convencidos de los resultados del enoturismo, como complemento, como forma de situar la marca en el imaginario y como línea de negocio per se.

La Asociación de Empresarias Valencianas de la que es directiva lucha por la visibilidad de la mujer en la alta dirección. ¿Se conseguirá?

Es muy complicado. No la incorporación a la empresa familiar. Pero en la alta dirección, en los consejos de las empresas cotizadas es sangrante. Acceden muy pocas. Hay muchas cosas por las que es muy difícil que se acceda. La mujer es la que tiene los hijos. Luego es complicado incorporarse y tener una carrera tan exigente como la que se requiere para llegar a esos cargos. En otros ámbitos estamos plenamente incorporadas. Es sorprendente que estudien el 55 % y que al mercado acceda el 40 %.

¿Cómo ve el cambio político?

Hay un cambio de talante. Quieren estar cerca del tejido empresarial y es de agradecer, aunque estemos aún en el primer año y cerca de otras elecciones. Y con la perspectiva de género, también. Digo una cosa: las cuotas son necesarias para avanzar.

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