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La renovación sindical

ué ha quedado del papel representativo de los sindicatos? Parece que la digestión de los largos años de crisis económica y de los cambios sociales y tecnológicos han terminado por cobrar una pesada factura a unas organizaciones —de clase, se denominaban hace años— que no han sabido adaptarse al nuevo escenario y se encuentran rehenes de sus pecados. El principal, la falta de una verdadera renovación de los cuadros dirigentes y dejar la ventana abierta para que entren nuevas ideas.

Resulta curioso que las únicas organizaciones sindicales que mantienen su peso relativo son las que representan a los funcionarios, uno de los pocos colectivos que ha conseguido navegar en medio de la crisis sin cambios sustanciales.

El cambio social y laboral de los últimos años ha sido tremendo. Se ha pasado de un mercado muy estable para los trabajadores, en el que los sindicatos asumían un papel relevante en la negociación laboral y un peso político decisivo, a un escenario profundamente diezmado.

Los altos niveles de desempleo actuales, la inestabilidad que provoca que más del 90 % de los nuevos contratos sean a tiempo parcial o temporales —El Banco de España señalaba esta misma semana que 811 grandes empresas españolas que aglutinan a 890.000 trabajadores solo han creado puestos de trabajo temporales en 2015— o la apuesta por el emprendimiento, que deposita —muchas veces erróneamente— el desarrollo de la vida laboral en la iniciativa personal, han dejado fuera de juego a los sindicatos. Unas organizaciones que han bajado del ring de la crisis «sonadas», pagando las consecuencias del crédito perdido durante las últimas huelgas generales contra unas reformas laborales que han limitado su papel. Pero también salpicados por la falta de credibilidad que origina verse envueltos en sospechas de corrupción por un pasado escrito en fundaciones, centros de formación o incluso cooperativas de vivienda que se convirtieron en el alimento de unos descomunales aparatos burocráticos que lo engullían todo, y que dejaron en mera anécdota los ingresos por cuotas de los afiliados. Por supuesto, se ataron a unas ayudas públicas cada vez menos generosas. Y se vieron desbordados por los números rojos. Y tuvieron que echar mano de esa reforma laboral contra la que lucharon para garantizarse sus propios ERE —hasta cuatro en UGT-PV—.

Llegados a esta encrucijada, los dos grandes sindicatos, UGT y CCOO, con unas organizaciones ya adelgazadas, deberán afrontar en 2016 la renovación de dos históricos, Cándido Méndez y Fernández Toxo. Tal vez sea el momento de abrir las ventanas, y dejar que se renueve el aire. Hasta los partidos políticos lo han hecho.

Pero no parece que los tiros vayan por ahí. Es una impresión. Josep Maria Álvarez gana enteros en UGT. Y tiene 59 años. Y es un histórico.

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