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Invertir sin emoción

El otro día me propuse sorprender a mi familia preparando una cena especial. Me ocupé de encargar los mejores productos: pescado fresco, hortalizas recién cortadas, frutas en su punto y pan todavía crujiente. Efectivamente, sorprendí a mi familia, pero no exactamente en el sentido que me propuse. La cena quizás no salió como esperaba, pero aprendí una lección que puede trasladarse perfectamente al mundo de la inversión: contar con los mejores productos no siempre garantiza el mejor de los resultados.

Cuando un ahorrador se plantea realizar una inversión, siempre busca el mejor producto: la acción más rentable, el fondo mejor clasificado en los rankings, el activo con mayor rentabilidad?Pero en la inversión se comete el mismo error que en la cocina: no solo hay que tener buenos productos, hay que conocer de qué forma utilizarlos, para qué sirve cada uno, cómo pueden mezclarse en una cartera y, sobre todo, saber gestionar las emociones.

Que un ahorrador gane o no dinero depende muy poco de aquello en lo que invierte y mucho, muchísimo, de su manera de actuar. Un ejemplo: la razón nos dice que lo mejor es comprar un producto cuando está barato y venderlo cuando sube de precio. Contagiados por el optimismo colectivo, invertimos cuando los precios suben y, arrastrados por el miedo, vendemos si los precios bajan. ¿Por qué? Porque no podemos evitar la emotividad ni logramos mantener una relación racional con nuestro ahorro. Por eso mismo, incluso si invertimos en el mejor (más rentable) producto, llegado un determinado momento, lo más probable es que tomemos una decisión emotiva, que nos hará perder o dejar de ganar dinero.

No es extraño entonces que en el año 2002, el premio Nobel de Economía lo ganase? ¡un psicólogo!, Daniel Kahneman, por estudiar el impacto de la psicología y las emociones en la toma de decisiones de inversión.

Así que, cuando me preguntan qué es lo más importante para invertir, lo tengo claro, una correcta gestión de las emociones. Y si no podemos gestionar nuestras emociones de forma racional, lo mejor es confiar en el apoyo y el asesoramiento de un profesional. Es la mejor manera de conseguir nuestros objetivos. Yo lo tengo claro, el próximo día que quiera sorprender a mi familia, iremos a un restaurante.

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