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Agustín Gregrori

El rey de los aperitivos que querría ser cocinero

Agustín Gregori, director general de Grefusa, en la sede de la empresa en Alzira. vicent m. pastor

Tengo tanta energía que, si lo haces bien, me voy a dedicar a disfrutar de la vida y, si lo haces mal, volveré». Con estas palabras recibió el testigo de Grefusa, de manos de su tío Alfredo, el actual director general, Agustín Gregori. Fue en 2002. Gregori estaba por entonces confuso sobre su continuidad en la empresa familiar especializada en frutos secos, snacks y horneados de pan. En menos de una década había ascendido a director comercial y de marketing y ahora empezaba a «ver que tenía cortada la progresión en la empresa» por el tapón que ejercía la segunda generación, es decir, su padre y su tío, unos gemelos homocigóticos a quien todavía resulta difícil distinguir por el físico, que no por el carácter. Sin embargo, lo que sus mayores le planteaban era que se jubilaban a los 65 años y lo nombraban director general con el objetivo de profesionalizar la empresa, también mediante un consejo de administración que incluye a independientes y un protocolo familiar.

Alfredo Gregori es un personaje clave en la vida de su sobrino. Fue él quien le convenció para que se incorporara a un proyecto que inicialmente no formaba parte de sus aspiraciones. Y es que Agustín, nacido en Alzira en 1969 y a quien la fábrica, con sus largas jornadas laborales „incluidos fines de semana„ y las preocupaciones que apesadumbraban a diario a su padre, no se sentía seducido por proseguir el camino iniciado en 1929 por José Gregori Furió, su abuelo, el fundador de Grefusa. La firma nació como una comercializadora de frutos secos y legumbres, especializada en la legendaria variedad de cacahuete valenciano, que dejó de cultivarse en la postguerra por las dificultades para mecanizar parcelas muy pequeñas y la progresiva competencia internacional. Así que la compañía subsistió como pudo hasta que los gemelos Gregori relevaron a su padre al frente del negocio en 1962. Se inicia entonces la segunda vida de Grefusa. en cuyo origen tiene un papel clave el hecho de que el suegro de Agustín, el progenitor del actual director general, tuviera un horno de pan „El forn del valencià„ que los nuevos gestores empezaron a utilizar para tostar frutos secos. Fue el primer paso para dejar de ser meros comercializadores y entrar de lleno en la industria.

Un cuarto de siglo más tarde, con la firma consolidada, Alfredo convence a su hermano de dar un volantazo al negocio al atisbar en el horizonte la llegada de la gran distribución y la revolución que provocará en los canales de venta. En 1986, cuando Grefusa facturaba 400 millones de pesetas, deciden dejar a un lado los frutos secos y reorientarse al snack, «donde se podía innovar y crear marca», como asegura Gregori. Invierten 600 millones en maquinaria: «Una enormidad. Es como si ahora que vendemos por 95 millones, invirtiéramos de golpe 140». El objetivo fue reorientarse hacia un segmento, los kioskos y pequeñas tiendas, no controlado por las multinacionales. La estrategia fue un éxito.

Mientras tanto, el actual director general vivía más bien ajeno al trasiego empresarial. En tercero de bachillerato, suspendió matemáticas y se vio obligado a pasar todo el verano cargando sacos en la fábrica, lo que le reafirmó en que «no quería saber nada de ella». Empezó a plantearse estudiar Bellas Artes, más acorde con sus inquietudes «creativas». Al final se decantó por Empresariales y se especializó en finanzas. Al terminar la carrera hizo un master del CEU y SouthBank que se desarrollaba seis meses en Valencia y otros seis en Londres. Estando en la capital británica, su padre le instó a incorporarse a la fábrica. Se negó, entre otros motivos por los encantos desplegados por una empresa del sector inmobiliario que se dedicaba a desarrollar centros comerciales en España.

Fue entonces cuando por primera vez su tío Alfredo torció su destino. «Vino a Londres, me habló del disgusto de mi padre y me ofreció ser responsable comercial en Campo de Gibraltar. Me sedujo», recuerda Agustín Gregori, quien confiesa que esa labor, siguiendo la trayectoria de su tío en la empresa, sí le motivó. Tanto que en poco tiempo ya era responsable de toda Andalucía y empezó a acompañar a su familiar por toda España: 100.000 kilómetros al año expandiendo el negocio de Grefusa.

Así llegó a 2002, cuando se produce la entrada de la tercera generación. Los cinco nietos del fundador hijos de los gemelos Gregori trabajan en la empresa. El cargo de director general absorbe mucho tiempo, pero Agustín Gregori encuentra huecos para sus aficiones particulares, entre las que viajar con su familia „sus tres hijos y su mujer, una licenciada en ballet español y danza contemporánea que sigue bailando y dando clases„ ocupa un lugar preponderante. Sin ir más lejos, recientemente accedió al deseo de su hija al cumplir los 18 años: un viaje los dos solos durante tres semanas por la India. Aficionado al mar, es patrón de yate, aunque dice que el trabajo solo le permite participar anualmente en un par de regatas. Inquieto como es, afirma que le encanta la cocina y que entre sus aspiraciones se encuentra la de regentar un restaurante para dar de comer a los amigos. Podría haber sido cocinero, dice. De aperitivos sabe un rato.

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