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El campo valenciano

La trashumancia, un patrimonio cultural inmaterial desconocido

El Ministerio de Educación, Cultura y Deporte ha iniciado recientemente los trámites para declarar el fenómeno de la trashumancia en España como manifestación representativa del patrimonio cultural inmaterial. Se trata de una gran noticia para todos, que sin embargo ha pasado completamente desapercibida entre tantos acontecimientos de carácter político.

La trashumancia es uno de los grandes legados de la tradición histórica, económica y cultural de nuestro país, que nos ha dejado un ingente patrimonio cultural, material e inmaterial. En primer lugar, una extensísima red de vías pecuarias, de caminos para el ganado, que inundan la topografía de nuestras tierras (cañadas, azagadores, cordeles o veredas) y que constituyen un rico pasillo ecológico de propiedad pública que debemos proteger y mantener.

Asociado a esta tupida red se construyeron infinidad de puentes, abrevaderos, fuentes, descansaderos, corrales, ermitas, casetas y cabañas de pastor, así como mojones, pero también puertos secos, verdaderas aduanas para contar y pagar los derechos de paso del ganado. Estos elementos han llamado la atención y provocado el interés de la Unesco, por su variedad, importancia y extensión.

Comunitat Valenciana

Aunque los historiadores y geógrafos se han detenido con mayor profusión en el fenómeno de La Mesta del reino de Castilla, la antigua Corona de Aragón y particularmente la Comunitat Valenciana ha tenido y sigue teniendo una rica tradición asociada a la trashumancia. Tradición que bebe de las fuentes de los ligallos, asociaciones de ganaderos con unas normas de funcionamiento bien distintas de aquellas de la Mesta castellana. Este fenómeno ha servido, durante generaciones, para promover el mestizaje entre las culturas de la meseta en Aragón, particularmente de Teruel, con aquella de Valencia. Es bien conocido el hermanamiento familiar, pero también económico entre ambos territorios, que tiene sus orígenes en este proceso de subida y bajada continuo, de intercambio de bienes y servicios, de personas y animales, hasta hermanar a los montañeses ganaderos y castellanohablantes, con los ribereños agricultores valencianoparlantes de la costa.

Procede fomentar, como indica la resolución del BOE del pasado 21 de noviembre, el estudio de este fenómeno para conservar, catalogar y restaurar los bienes asociados a esta práctica. En cualquier caso, junto a ello, creemos igualmente interesante promover acciones que permitan conocer mejor la trashumancia como actividad en la naturaleza, generando prácticas senderistas, deportivas y educativas en las vías pecuarias ahora que su uso principal ha menguado considerablemente.

Sin embargo, consideramos importante destacar que la trashumancia no es un fenómeno del pasado, una práctica bucólica de otros tiempos que merezca refugio en algún museo etnológico o que revivamos en una fiesta de tradiciones de antaño. Como he podido comprobar durante mis recientes investigaciones, sigue habiendo un destacado número de pastores, principalmente de las provincias de Teruel y Cuenca, que siguen «bajando al Reino», como ellos mismos dicen. Se trata de una actividad económica viva y pujante. Algunos de estos ganaderos siguen haciendo este desplazamiento a pie por lo que queda de los azagadores o vías pecuarias, aunque la mayoría utiliza ya camiones para realizar su transporte.

Estos pastores siguen pasando los seis meses de invierno en nuestras tierras, aprovechando la benignidad del clima, para pastar en las tierras que previamente han concertado con los ayuntamientos a los que tradicionalmente bajaban. En mayo vuelven a sus lugares de origen, para aprovechar la hierba fresca que se mantiene en las montañas hasta bien avanzado el verano. Quizá una de las primeras acciones que deberíamos plantearnos es conocer, para luego ayudar, a estos ganaderos emprendedores que siguen realizando su actividad a pesar de las crecientes trabas administrativas de todo tipo que les planteamos y ante las que muchas veces se sienten completamente indefensos.

Generación de empleo

El mantenimiento de la actividad ganadera trashumante genera enormes beneficios para la sociedad: limpia los montes, al aprovechar el pasto; abarata los precios de la carne, al no necesitar de piensos ni calefacción durante el invierno; da trabajo a un importante número de familias y, no lo olvidemos, nos proporciona una carne sana y ecológica de primera calidad.

La declaración de un bien como patrimonio inmaterial supone una etiqueta de calidad y de reconocimiento internacional de primer nivel. La trashumancia es un fenómeno histórico de gran tradición en nuestras tierras, que, a pesar de lo que pueda parecer, perdura y sigue viva. Consideramos que esta declaración no debería pasar desapercibida para todos aquellos interesados en el patrimonio, en el medio ambiente, en la ganadería sostenible, en el desarrollo sostenible y en la revitalización del medio rural.

En una feliz coincidencia, este proceso de incoación patrimonial de la trashumancia ha coincidido con la Cumbre de Paris sobre Cambio Climático, en el que los estados han intentado buscar fórmulas sostenibles para gestionar nuestro planeta, del mismo modo que lo hicieron nuestros pastores. Mantener esta práctica es una responsabilidad común, que nos permitirá disfrutar del rico legado heredado de nuestros mayores, al mismo tiempo que seguimos compartiendo este tesoro vivo que es la práctica trashumante en los pueblos mediterráneos. De nosotros depende.

*Profesor de Antropología Social y Cultural en la Universidad Católica de Valencia San Vicente Mártir

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