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Un futuro incierto

Los resultados de las Elecciones Generales celebradas el pasado 20 de diciembre ponen sobre la mesa un panorama que complica sobremanera la gobernabilidad de España durante los próximos cuatro años. El diálogo y los pactos se antojan como elementos fundamentales para investir al próximo presidente del Gobierno. Pactos que, en caso de producirse, se verían sometidos a una serie de condicionantes que podrían marcar el desarrollo de una legislatura más corta de los teóricos cuatro años de mandato. Por su parte, los analistas políticos se aventuran estos días a ofrecer toda suerte de alternativas y a conjeturar sobre dichos pactos, con opciones tan dispares e inverosímiles que lo único que parece claro a día de hoy es que en verdad no hay nada claro.

Con independencia de la solución a este problema, más allá de las siglas políticas de los próximos gobernantes, de si hay una nueva convocatoria electoral o de si hay un encaje satisfactorio de los mimbres actuales que permita la gobernabilidad, lo que está claro es que el futuro es incierto para nuestro sector. Durante la campaña se han escuchado pocas propuestas relacionadas con la Agricultura española y ninguna solución a los problemas que las entidades representativas del sector hemos trasladado a las formaciones políticas concurrentes a los comicios. Si alguien se ha tomado la molestia de consultar los programas electorales de los principales partidos, pocas y vagas referencias habrá encontrado sobre nuestro sector. Hablando del pecado pero no del pecador, en alguno de esos programas ni tan siquiera aparece mencionada la palabra agricultura en más de 300 páginas de propuestas, medidas y declaraciones de intenciones.

En una época en la que el consenso es más necesario que nunca, todo es incertidumbre en torno al futuro. No hay certeza sobre los próximos interlocutores a los que habremos de trasladar nuestras exigencias o preocupaciones. No hay indicios tampoco de cuáles serán las líneas de actuación, ni de cual será nuestro papel a la hora de determinar la política agraria de los próximos años. Ante esta situación, parece que sólo podemos esperar. Esperar a que haya acuerdo, o a que no lo haya y volvamos a empezar un proceso electoral. Esperar a que las aguas vuelvan a su cauce, antes o después. Esperar a que haya puertas a las que llamar y personas a las que dirigirnos. Y, sobretodo, esperar a que sean quienes sean esas personas, sean sensibles ante la trascedencia de nuestro sector y del momento actual, de forma que nos ayuden a impulsar el cambio y la modernización que necesitamos acometer durante los próximos años.

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