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Opinión | Tribuna

Regular horarios y, de paso, la sociedad

El debate de los horarios comerciales está siendo una de las polémicas más sugerentes de los primeros seis meses de cambio político. No tanto por el morbo que despierta el choque entre un gobierno de izquierda y la gran empresa, sino porque las intenciones del ayuntamiento pasan por construir un nuevo modelo de sociedad. Los domingos no son para comprar, sino para descansar y divertirse, dijo el alcalde de Valencia, Joan Ribó. Sobre esa sentencia, casi bíblica, la corporación está legislando para reorientar el patrón de consumo del millón y medio de personas de la urbe y su entorno.

Milton Friedman se habrá revuelto en su tumba pero poner coto a la apertura generalizada en festivos es una decisión legítima. La avala un programa y la mayoría municipal. Más controvertida resulta la aspiración de todos los partidos, una vez alcanzado el poder, de construir una sociedad a su imagen. Está ocurriendo con los horarios comerciales, pero también con las restricciones al tráfico o la reorientación de los espacios urbanos hacia la peatonalización.

Dentro de unas semanas, solo las grandes superficies y centros comerciales de Colón y el entorno de la Ciudad de las Ciencias abrirán en domingo. Serán las dos únicas zonas de gran afluencia turística. El resto tendrá la apertura limitada a diez festivos al año.

Además de reducir el ámbito de la libertad horaria (quedan fuera el Arena, Nuevo Centro y la avenida del Nou Mestalla), el ayuntamiento ha conseguido entenderse con la patronal de las grandes superficies (Anged), que renuncia a los tribunales. El pacto, aunque deja víctimas, mejora la situación de los trabajadores, protege derechos de empresas y consumidores, defiende al pequeño comercio de la competencia selvática y permite a Compromís exhibir avances en la búsqueda de la conciliación; en su batalla por una ciudad menos consumista.

Su actuación es legítima, sí. También lo es que los afectados pidan amparo al juez. Conviene permanecer atentos a las novedades judiciales. Desde dentro de la ciudad y desde l'Horta Sud, grandes superficies y centros comerciales anuncian recursos.

Tal vez esta pax comercial sea un cierre en falso del debate. Habrá que ver si el nuevo marco se consolida o si la guerra judicial lo revierte. Y habrá que ver si Compromís consigue cambiar los patrones de consumo, o si el nuevo régimen horario solo termina perjudicando a algunos operadores (como ya es visible en el semivacío Gran Túria) y a esos trabajadores que ven en el domingo el único momento para hacer sus compras.

Moldear los hábitos de una sociedad tan permeable resulta complicado. Este rinconcito de Occidente compra sin reparo cualquier relato. Aquí se veneran con devoción casi ancestral ritos ajenos aunque hiperpromocionados como el Halloween o el Black Friday, mientras el tradicional Sant Esteve se pierde en la memoria, para frustración del conseller Climent.

Sus aspiraciones y las del director general de Comercio, Natxo Costa, de «cambiar la sociedad» parecen condenadas a estrellarse contra el muro de los nuevos tiempos. Basta ver los accesos de cualquier centro comercial un festivo de estos para darse cuenta de que ese modelo de organización del tiempo libre va ganando la partida.

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