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Opinión | Tralla

El fin del libre mercado

Hoy, tras el estallido del padre de todos los casos de corrupción (con permiso de la Gürtel) personificado en el empresario y plenipotenciario político Alfonso Rus, podemos afirmar que en los últimos 20 años en la Comunitat Valenciana no ha existido el libre mercado y la libre competencia

Hoy, tras el estallido del padre de todos los casos de corrupción (con permiso de la Gürtel) personificado en el empresario y plenipotenciario político Alfonso Rus, podemos afirmar que en los últimos 20 años en la Comunitat Valenciana no ha existido el libre mercado y la libre competencia.

Los defensores de la libertad empresarial y económica, herederos de los clásicos ingleses y estadounidenses del XIX y del XX con John Stuart Mill y Milton Friedman a la cabeza, deben estar de luto. Los periodistas, la policía y la Fiscalía Anticorrupción han (hemos) destapado una decena de entramados de sociedades y políticos que han pervertido no solo la democracia sino los principios más básicos de la economía capitalista, orden que ya nadie cuestiona en el mundo, pero que ha quedado en entredicho en la Comunitat Valenciana.

Y eso que a los populares valencianos se les llena la boca con la palabra libertad y su derivado libertad de elección. Será el libre albedrío para elegir a los suyos. Durante años, según ha venido contando este periódico y han acreditado jueces, fiscales y policías, muchos de los grandes y pequeños contratos públicos de la administración valenciana se los han llevado las grandes y las pequeñas empresas que los dirigentes del PP señalaban pero que previamente pasaban por caja. Los que se quedaban fuera, que venían con buena o con mala intención, clamaban en el desierto o no decían nada por miedo a las posibles represalias, que no eran otras que no poder trabajar con ninguna administración. El poder absoluto es lo que tiene.

Me contaba un amigo emprendedor de Valencia que tras años quedándose fuera del pastel de los concursos públicos, decidió irse a Estados Unidos para poder trabajar y aplicar sus conocimientos a la empresa. Ahora mira con desdén a la Comunitat Valenciana y ni se plantea regresar.

El nivel de podredumbre se resume en un concurso para desarrollar un PAI en l'Alfàs del Pi que aparece en las grabaciones en poder del fiscal del caso Imelsa. A ese procedimiento público acudieron sociedades de cabecera de dos de las cuatro tramas de los populares ahora investigadas. «Los hombres de Alfonso» y «la banda del tuerto», del expresidente de la Diputación de Castelló, Carlos Fabra, ahora en prisión. Al final, fueron los del norte los que se llevaron el gato al agua.

En las grabaciones se llega a registrar cómo entre las diferente tramas político-empresariales se repartían la Comunitat Valenciana por territorios y se insultaban. Esa era la libre comptencia, entre corruptos.

Lo que ha pasado en estos años debe servir para que el mercado de la contratación pública se vuelva a regir por las máximas de mérito, capacidad técnica y mejor oferta económica. Lo habíamos olvidado.

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