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El informe

Una generación en busca de su autoestima

Constatada la recuperación macroeconómica, el combate se libra hoy en la trinchera de la desigualdad - La Conselleria de Economía lanza en abril su plan para rescatar a un segmento demográfico que puede quedarse atrás: 75.295 historias de jóvenes frustraciones lo atestiguan

Una generación en busca de su autoestima

«Tengo experiencia, tengo estudios, y ¿de qué me sirve? De nada. Incluso he ido al médico, porque no duermo». Lucía, 29 años, Torrent, auxiliar de enfermería en busca de enfermos que cuidar. El campo semántico de los hijos de los 80 y los 90, esos que son nativos digitales, que primero fueron generación X y ahora son millennials, también está salpicada de etiquetas que echan para atrás. La generación que se crió con la promesa de que iba a vivir mejor que sus padres, sobrevive hoy asaeteada por conceptos como precariedad, sobrecualificación, subempleo o problemas de emancipación. La generación perdida, los han bautizado. Más bien la generación frustrada, en busca de un futuro y de su autoestima.

«Tenemos que recuperarlos. Este es un proyecto para recuperar el equilibrio social». El conseller de Economía, Rafa Climent, explica en un receso del pleno de las Corts el proyecto al que la Generalitat lo fía todo para sacar a los jóvenes de la precariedad. Un plan de choque de legislatura. Economía trabaja a contrarreloj para lanzar en abril su plan estrella, el Avalem Joves. Es un proyecto ambicioso. Pretende llegar a 80.000 parados de entre 16 y 29 años.

205 millones de euros y 80.000 beneficiarios. El plan se desarrolla en cuatro años. Se van a movilizar 205 millones de euros, del Fondo Social Europeo (107 millones), pero también del Estado (80) y de la Generalitat (16 millones). Básicamente, el Consell va a poner en circulación los cien millones de la Garantía Juvenil europea que el anterior gobierno dejó en el cajón.

Se trata de ayudas directas a pymes que contraten a jóvenes entre seis meses y un año. El importe mensual será el salario mínimo (650 euros), que se concederá de modo íntegro en el caso de mujeres y discapacitados, y en un 80% en el resto. Como contrapartida la empresa debe poner el resto hasta alcanzar el salario mínimo que fije el convenio del sector. «Queremos que el empresario arrime el hombro», dice Climent, «queremos decencia en la ocupación, y estabilidad», añade.

La cifra a la que aspira llegar el plan, esos 80.000 jóvenes, no es arbitraria. Según el Servef, hay 75.295 desempleados. Una pequeña parte de ellos son universitarios, titulados sin hueco en el mercado, exiliados laborales pendientes de una oferta para volver a Valencia; también jóvenes con una cualificación no adecuada a las demandas del mercado de trabajo. Para conseguirles esa oferta el Servef está trabajando en un listado de empresas y organizaciones del sector social.

El tercer perfil de jóvenes en paro, para el que se habilitarán talleres de ocupación y cursos de formación para inserción, es un drama menos visible, pero tal vez más preocupante. Son los jóvenes con bajo nivel de formación y empleabilidad. Ellos son el gran reto, el segmento más sensible: casi dos tercios de los jóvenes parados valencianos tienen únicamente estudios de la primera etapa de secundaria, con o sin título. Un recién publicado estudio del BBVA y el IVIE, elaborado por Lorenzo Serrano y Ángel Soler, de la Universitat de València, concluye que «las bolsas de paro juvenil de larga duración pueden convertirse en desempleo estructural y permanente, especialmente entre los menos cualificados que, en demasiados casos, siguen sin realizar esfuerzos formativos o estos resultan poco efectivos». Para luchar en esa trinchera de exclusión social juvenil (tasa de pobreza del 45%) se va a implicar a los ayuntamientos, indica el conseller Climent, los que tienen contacto con las realidad más cruda.

El paro, la precariedad y la incerteza sobre el futuro han desbordado los márgenes del mero problema personal para elevarse a problemática social, con un reflejo en el futuro. «Más que la precariedad laboral, lo peor es la precariedad vital a la que nos están arrastrando. Al no encontrar lugar de trabajo, no puedes emanciparte, no existe el alquiler y la incerteza de no saber el futuro que nos espera. No puedes construir nada», opina Albert Ibáñez, de Vila-real. Es secretario autonómico de Igualdad y Juventud a sus 24 años, pero no necesita leer informes para saber qué pasa en las calles: sus mejores amigos están fuera; su hermana melliza es madre de una niña y empleada en precario, recita.

El precariado es el nuevo régimen. A la bofetada de una cifra demoledora, 44% de paro juvenil, se suma la desesperanza de otra: solo el 8,3% de los contratos son indefinidos. «Lo que estoy estudiando lo he vivido en carne propia», tercia Mar Marín, sindicalista de UGT que prepara su doctorado sobre las ETT. Es una de esas jóvenes a las que el sistema hizo una promesa —«esfuérzate que seguro que encuentras un trabajo de lo tuyo»—, pero que ha luchado años para encontrar algo parecido a la estabilidad, tras una carrera y máster mientras trabajaba de dependienta.

Hacer crecer a la pyme y quedarse en ella. También Álex Vila, vicepresidente del Consell de la Joventut, maneja términos como subempleo. Es trabajador social y técnico en animación sociocultual, es decir, que trabaja a temporadas. Y como Marín, ve con «optimismo» el plan de la Conselleria de Economía. «El plan es una oportunidad para hacer algo que no hacemos desde hace años: políticas activas de empleo dirigidas a gente joven. Es una oportunidad para hacer algo que ya hacen otras autonomías y en lo que nosotros llevamos años perdidos. La garantía juvenil pudo empezar en 2013, y en 2016 hablamos de ello en Valencia. No puedo evitar mirar atrás y preguntarme por qué no se ha hecho nada», lamenta.

Una de las obsesiones de Climent, precisamente, es que este plan no se convierta en un salari jove como el de hace años. «El objetivo no es sacar a 80.000 jovenes del paro durante un año», explica: «Lo que queremos es ser proactivos para que los que tengan que dar empleo lo den. Y crear una estructura para que el empresario disponga de herramientas que los hagan crecer. Los que tienen altas capacidades para hacerles crecer son los jóvenes. Pueden hacer aportaciones para mejorar la competitividad». De ahí el componente tecnológico e innovador al que quiere orientarse el plan: que el joven que entre «becado» se quede en la empresa tras la experiencia.

¿Y cómo va a conseguir el Consell que este plan sea el bueno? El dinero está listo y existe un sistema de evaluación que permitirá corregir los errores y actualizarlo, defienden. El gran reto, una vez se ha conseguido la complicidad de asociaciones, ONG, universidades, empresas, cámaras y ayuntamientos, consiste en llegar a los jóvenes: para ello se están diseñando campañas de comunicación específicas en redes sociales y una aplicación móvil. Se irá a los centros educativos, universidades y se prepara un mapa para localizar las bolsas de parados.

Pese a la amplia participación en el diseño del plan, no todos están contentos. Siempre hay una sombre sobre estos proyectos, que en ocasiones se quedan en reclamos políticos: «Los jóvenes saben que siguen estando solos»; «no se cuenta con el profesional que conoce la realidad de la contratación». «Si queremos afrontar la realidad del paro juvenil debemos preguntarles a los directores y profesionales de recursos humanos cómo ven la situación actual, qué podría ser más efectivo, cuál contaría con el apoyo de las empresas», apunta Roberto Luna, catedrático de dirección de empresas de la UV y presidente de Aedipe (Asociación Española de Dirección y Desarrollo de Personas).

Avalem Joves arranca en abril, con la publicación de la primera orden para desplegar el plan. 75.000 jóvenes esperan, para recuperar su futuro y su autoestima.

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