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La responsabilidad en las patronales

alos tiempos para las patronales valencianas. Las provincias se van diluyendo poco a poco en el vaso de Valencia. Y no por qué se haya pergeñado una operación maquiavélica centralista, sino por el propio peso de unas gestiones que no son precisamente de MBA.

En el caso de la alicantina Coepa, entre los problemas económicos, las luchas intestinas y la extrema confianza en la dependencia de los fondos públicos —error— se ha guisado un complicado plato que ha terminado en una indigestión en forma de suspensión de pagos. Un concurso voluntario de acreedores que pone en un brete a la patronal autonómica Cierval por el efecto de arrastre.

Y si grave es el problema de Coepa, no es menor el incendio —porque ya hablamos de llamas— que se ha declarado en la patronal castellonense CEC. Y ya se sabe que cuando se desata un incendio y el viento arrecia, lo mejor es abrir cotafuegos y una vez cercadas las llamas, apagarlas.

Porque ya se ha visto que lo de la deuda con Cierval por las cuotas —los 250.000 euros—, solo es un conato si se compara con la capacidad de ignición del asunto de la investigación judicial por los cursos de formación, que precendentes ya hay en Valencia para saber cómo acaban —Espinosa/Jiménez de la Iglesia—.

Y las llamas, de momento, tienen tres nombres. Dos de ellos por acción: el secretario general, Rafael Montero, y el director de Formación, José Antonio Espejo, llamados a declarar por el juez en calidad de investigados. Y el tercero por omisión —de momento—, José Roca, el presidente. Este último, por cierto, asesorado por García Puchol, ya fue responsable de otro siniestro «forestal» de unas dimensiones todavía impredecibles en la Sociedad de Garantía Recíproca (SGR).

Y mientras tanto, en Cierval, en el «cap i casal», de reunión en reunión arrojando retardante sobre las llamas. Que si los estatutos, que si las normas internas, que si la vertebración,...

El caso es que el incendio sigue avanzando mientras el viento arrecia. Y además con una renovación/reestructuración/reforma en ciernes de la patronal autonómica pendiente de definirse desde hace meses y acelerada por las circunstancias.

No estaría de más predicar con el ejemplo, porque desde las propias organizaciones empresariales se ha exigido en más de una ocasión a los partidos políticos que asuman sus responsabilidades cuando se han visto afectados por este tipo de «siniestros».

Sin embargo, en las patronales, en general, este tipo de cirugía radical parece en desuso. ¡ Que se lo pregunten a Rosell con Arturo Fernández!

No estamos hablando de organizaciones que se nutran exclusivamente de capital privado aportado por las propias empresas, sino de fondos también procedentes de administraciones públicas y de retenciones de los propios trabajadores.

Si alguien no encuentra la salida, se le señala la puerta. Y si no consigue franquearla, se le ayuda con un elegante empujón.

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