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Empleo y formación

¿Jubilarse a los 91 años?

La frontera de los 65 años para la pensión fijada hace un siglo ha quedado desfasada. Hoy, el equivalente de una persona con esa edad se sitúa en los 91

¿Jubilarse a los 91 años?

Hace más de un siglo se estableció la barrera psicológica de los 65 años para la jubilación en los incipientes sistemas de pensiones. En aquel entonces era lógico porque menos del 30 % de una generación alcanzaba esa edad. Sin embargo, ahora mismo, cuando ese porcentaje asciende al 90 %, esa frontera se sigue aplicando para referirse a la vejez, como baremo medio para la jubilación de los trabajadores o para aplicar descuentos en el transporte u otros servicios públicos. El problema es que en la actualidad un individuo de 65 años es bastante más joven que otro de su misma edad de hace un siglo. ¿Cuál es la edad equivalente hoy día a los 65 años de 1900?. Pues la edad a la que sobrevive el mismo porcentaje que en 1900 a los 65 años (el 26,18 % para ambos sexos) son los 91 años. Además, la edad a la que hoy se da la misma esperanza de vida que en 1900 a los 65 (9,1 años) son los 81.

El profesor de economía de la Universidad Complutense de Madrid, José Antonio Herce, ha elaborado un informe, publicado por la Fundación de las Cajas de Ahorros (Funcas), sobre «El impacto del envejecimiento de la población en España», donde afirma que existe una «percepción distorsionada» sobre este fenómeno que incluso puede ser dañino para el dinamismo de la sociedad. Al envejecimiento «se le ve como un problema» y al mismo se le atribuye la «decadencia de economías tan relevantes como la de Japón». Además, «existe un amplio consenso acerca de que los sistemas de pensiones son los principales afectados, pero también se alude a los sistemas sanitarios y a los de otros servicios y prestaciones sociales». Solo la mercadotecnia ve a estos «nuevos consumidores» como una «potencial ganancia para las empresas».

Herce se pregunta a continuación «¿cómo cambiarían todas estas perspectivas si alguien dijese que el envejecimiento no existe?» Y se responde que «la longevidad es, de hecho, lo que normalmente se confunde con el envejecimiento». El hecho de que la mortalidad se haya comprimido en el último siglo, como se ha reflejado al principio en relación a los 65 años ahora equiparables a los 91, implica que la mayor parte de los individuos sobreviven hasta edades centenarias y que la mayoría de las personas sufren períodos «de senectud considerablemente más breves». Por tanto, el envejecimiento «es bastante menos evidente de lo que se suele afirmar» y muchas de sus implicaciones «deben analizarse con más cuidado del que vienen siendo tratadas», porque «son lisa y llanamente buenas, sin paliativos». El profesor de economía analiza cómo esa mayor expectativa de vida de la población afectará al mercado de trabajo, al sistema sanitario y a las pensiones.

890.000 empleos

Respecto al primero, el autor recuerda que la expectativa a medio plazo es que se produzca una disminución de casi 2,5 millones de personas de entre 16 y 44 años y un aumento de casi 1,8 millones de personas de entre 45 y 66 años, con un balance negativo de 890.000 individuos en edad de trabajar. El aumento de la participación activa (a edades posteriores a los 55) «podría compensar este considerable cambio a la baja en los efectivos de edades inferiores a los 45 años», dado que la tasa de actividad de la población entre 55 y 64 años en la actualidad se sitúa en el 57,64 %. Ello «no facilitará la renovación generacional de la fuerza de trabajo en las empresas», aunque «puede representar un alivio considerable a la calamitosa situación de los parados».

En cuanto a la salud, Herce asegura que la «percepción generalizada de que el envejecimiento implica inevitablemente un mayor gasto sanitario ni se justifica por los datos ni dicho aumento, de darse, es inevitable», debido a que la «población llega a un período de senectud cada vez más reducido a edades cada vez más altas» y «los individuos pueden hacer mucho por sí mismos para favorecer este proceso».

Por último, el autor apunta que las pensiones públicas o privadas, de capitalización o reparto, «sí que tendrán en la creciente esperanza de vida un reto de sostenibilidad y suficiencia que obligará a ir más allá de las importantes reformas adoptadas en los últimos años». Eso sí, «es impensable que si la edad equivalente a los 65 años de 1900 se encuentra hoy entre los 80 y los 90 años, la edad de jubilación deba sufrir un ajuste de esta o parecida entidad». Lo cual, desde luego, es un alivio pata todos.

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