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Fundador del instituto de justicia fiscal de Brasil

Marcelo Oliveira: «La desigualdad es un problema económico. A más concentración de renta menos consumidores»

Marcelo Oliveira: «La desigualdad es un problema económico. A más concentración de renta menos consumidores» E. Ripoll

Marcelo Oliveira, antiguo trabajador del servicio de impuestos de Brasil, se ha convertido en uno de los apóstoles de la «justicia fiscal», un movimiento en defensa de unas cargas equitativas que recorte la brecha de desigualdad. De la mano de Intermon Oxfam, el brasileño ha pasado unas horas en Valencia. La ruta Tax Tour le lleva a él y otros activistas por toda Europa, en pleno escándalo de los papeles de Panamá.

¿Qué pretende con su viaje?

Queremos traer a los pueblos de Europa una visión internacional de cómo la fiscalidad afecta a todo el mundo y no solo a países europeos. El mecanismo es de facto global y afecta de forma similar pero con consecuencias diferentes. Aquí todos se sienten robados porque pagan más impuestos, pero en Latinoamérica es una cuestión crucial. No es solo que se paga más impuestos, es que los recursos que se van son los que falta para educación, sanidad e inversiones de primera necesidad que nuestros países necesitan.

No se crea. En España esa narrativa comienza a ser similar a la de Latinoamérica: lo que no se recauda se traduce también en recorte del gasto social. Los niños estudian en colegios «portátiles».

Eso es interesante. Ocurrió después de 2008. Cuando llegó la crisis los países se dieron cuenta de que necesitamos pagar las cosas y preguntaron: ¿dónde están los recursos? Miraron a sus multinacionales y se dieron cuenta de que tiene cuentas offshore y que toda la plata de esas empresas que deberían ser impuestos está en paraísos fiscales. La respuesta fue volverse a la sociedad y decir a los ciudadanos: Las empresas no han pagado, la necesidad persiste, y ustedes que no pueden evadir van a tener que pagar más impuestos y aumentar la edad de jubilación. Ustedes van a pagar lo que otros evadieron.

Hablando de fiscalidad justa, en estos momentos todo el mundo está pendiente de Panamá. Quizá es una buena noticia para dar visibilidad a su viaje.

Es bueno como márketing. Venimos hablando de educación fiscal: la gente no sabe qué son los paraísos, cree que no está en su vida. ¡Pero está en tu vida! Los millones desviados, los panama papers son casos reales. Y dan visibilidad a lo que decimos desde hace años. Es el tercer gran escándalo tras swissleaks y el año pasado el HSBC. Son tres grandes escándalos; es lo mismo con nuevos personajes. Tenemos cerca de 70 paraísos fiscales. ¿Cuántos más vamos a esperar para hacer algo? Entiendo que no todos tenemos que ser iguales. Pero la desigualdad genera un problema económico muy grande. La concentración de la renta genera cada vez menos consumidores.

Según los datos que maneja Intermon Oxfam, cada año se pierden 190.000 millones de dólares en impuestos por patrimonio individual en paraísos fiscales. ¿Cómo acabar con esto?

Lo primero es repensar el contrato social. Dice que todos somos iguales y todos tienen que pagar su parte. Si no pagas no eres ciudadano y no participas en la sociedad. Hay que decir a las empresas que la evasión es un crimen. Se puede evadir legalmente, pero eso es inmoral, y la moralidad está por encima de la legalidad.

El problema es que con la moralidad no va a convencer a los que quieren evadir impuestos.

Es el principio. Vamos a la práctica. Pienso por ejemplo que no hay ninguna razón para tener una cuenta en un paraíso fiscal, tu patrimonio escondido. Es porque alguna cosa mala has hecho. Proponemos medidas para cercar los paraísos. Una son los informes país a país, que las multinacionales llenen un formulario con sus operaciones en todos los países. Otra, tenemos que identificar a los beneficiaros finales, quiénes son los dueños de las empresas. Hay cadenas de empresas pantalla y no sabes quién es el dueño. Tercera: el intercambio automático de información. Las administraciones tributarias tienen que informar cuando ciudadanos extranjeros reciben beneficios en su país. Es todo un debate: ¿Se debe pagar impuestos donde se gana el recurso o en su residencia? Lo que pasa es que el dueño de la multinacional puede estar en las Islas Caimán.

Usted ha escrito libros sobre los mecanismos fiscales creados «para favorecer la desigualdad».

Cuando se discuten las leyes tributarias todos queremos pagar menos impuestos, empresa y trabajadores. Es una disputa y el concepto de igualdad es una cosa muy nueva. A lo largo de la historia los poderosos tributan menos o nada y pasan la carga a los que tiene menos. Desconozco el caso de España, pero en Brasil no tributamos el reparto de dividendos, por ejemplo. Brasil y uno o dos países en el mundo hacen eso y ha aumentado la desigualdad.

Hay quien opina que una política impositiva que penalice a las empresas puede frenar la inversión extranjera.

Esa cuestión de la competencia fiscal de las naciones debería ser mejor administrada. Todos los países quieren más inversión, más capital cerca de sus casas, transporte, empleo. Recuerdo que en Brasil, en los 90, aterrizaron cerca de 20 fabricantes automovilísticos. Cada provincia hizo la guerra fiscal: aplazaron impuestos, realizaron inversiones públicas... Y no tenían compromiso de generan empleo. Es una burla. Ese concepto de que el capital necesita apoyo es una historia mal contada. Con los beneficios fiscales que gana una compañía dificultas la competencia, algo básico en el capitalismo.

La política de gasto público puede corregir la desigualdad fiscal. Europa lleva años debatiendo sobre los recortes y la prioridad del pago de la deuda...

Es una cuestión interesantísima. Toda la discusión es sobre el presupuesto de los gobiernos. Quién paga la recaudación pero también cómo se reparte el gasto. Cuando decido pagar los intereses dejo de lado la educación y la sanidad. Es un crimen al sistema. Hay una falacia en el sistema capitalista: la igualdad de oportunidades. Todos podemos ser Bill Gates, dice mi hijo. Él estudió en Harvard y dejó la facultad porque se inventó la base del sistema informático, pero eso solo lo hizo uno. Las personas que no tienen oportunidades, en Brasil, son tercer mundo. Y esto es una cuestión de Estado. Debe dar posibilidades mínimas para que todos tengan una oportunidad. Cuando se da la preferencia al pago de los intereses, no te importan las personas sino el capital. En Brasil cerca de 45% del presupuesto está destinado a intereses. Educación es el 3%. Los gobiernos están atrapados por los intereses del capital.

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