Ya sé que parece una locura, pero permíteme que comience con el inicio de una película de Disney. Una analogía que define perfectamente el principal valor de una startup.

«Velocidad, zum, zum, zum ¡soy el más rápido!» (Cars 2006)

Y es que este es el factor clave, la herramienta que permite a las pequeñas luchar contra las grandes. Con esas multinacionales que acaparan a grandes clientes, que cuentan con grandes sumas de capital, miles de empleados, infraestructuras que quitan el hipo y una vida de decenas o centenas de años. Estas ahora sucumben al poder de aquellas minúsculas empresas, que no existían más allá de los años 80, empresas que supieron adaptarse con rapidez a la situación y, en algún caso como en el de Facebook, han logrado dominar el mercado en menos de 12 años.

Y el causante de todo esto es principalmente el mundo cambiante de las tecnologías, un mundo que avanza todavía con más celeridad que las empresas, provocando que el factor velocidad y la habilidad de adaptación se conviertan en la clave del éxito.

Recientemente estuvo en Valencia, visitando las oficinas de Bbooster, una de estas empresas punteras en el sector a nivel mundial, una empresa española que cuenta con miles de empleados y que había detectado esta necesidad de celeridad para seguir creciendo. ¿Y cómo lo ha solucionado? Pues reestructurando la empresa, convirtiendo esa gran empresa en microempresas, de tal modo que estas pueden vender tanto a su propio grupo como a otras empresas y clientes independientes. De este modo las microempresas han adquirido una mayor velocidad, puesto que los equipos pequeños con gran responsabilidad, son capaces de tomar decisiones de un modo más veloz, son capaces de bajar a la calle y detectar las oportunidades. Pero esta empresa, no es sino un mero ejemplo más, del cambio en el modelo productivo, y por tanto obviaremos el nombre de la misma.

Entonces ¿Cuál es la ventaja competitiva de una startup frente a las grandes empresas? Creo que ha quedado bastante claro: es la velocidad. Hablamos de velocidad en mayúsculas porque es la clave de respuesta ante el cambio. Es tan importante que se ha convertido en una auténtica necesidad. Si todavía no estás convencido, bajemos esto al terreno. Es la capacidad mínima fundamental que un hombre que no sabe nadar deberá adaptar ante una situación de naufragio, siendo consciente de que o aprende a nadar por sus propios medios o acabará hundido en mitad del océano. O utiliza todo su cuerpo para moverse a la mayor velocidad o jamás llegará a tierra firme.

Una startup es como ese náufrago, que desde el primer minuto conoce sus capacidades y limitaciones. El náufrago sabe que su energía y oxígeno son un bien muy limitado, y debe encontrar la forma de optimizarlos para llegar a tierra firme. Por su parte, la startup (el pequeño emprendedor) cuenta con un muy escaso flujo de caja y de recursos y sabe que debe exprimirlos. Sabe que tiene las horas contadas por lo que será rápido en encontrar ese camino, esas oportunidades de mercado que le harán llegar a su destino. Si ambos luchan, se adaptan con velocidad y optimizan sus recursos, el náufrago llegará a tierra firme, y el emprendedor seguirá luchando en el mercado.