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El campo valenciano

12 kilómetros de plástico entre agua dulce y salada

12 kilómetros de plástico entre agua dulce y salada

El plástico se ha convertido en un elemento más del paisaje al sur de Valencia. Entre l'Albufera y el Mediterráneo, en paralelo a la carretera de Nazaret a Oliva, se extiende un mar, más bien un río, de invernaderos que se prolonga durante 11,6 kilómetros.

Todo comenzó a principios de los 70. Los temporales de Levante echaban a perder las cosechas y obligaron a los agricultores a girarse hacia el sur, a mirarse en el espejo de Almería. «Fuimos a Roquetas de Mar a ver cómo se hacía y adaptamos la manera de producir», relata Francesc Pedrós, presidente de la Cooperativa de Mareny de Barraquetes, una entidad municipal dependiente de Sueca.

Hoy, aquellos experimentos son un fenómeno particular de la agricultura valenciana, y también todo un espectáculo para los veraneantes que se detienen a comprar los tomates del Perelló, un producto gourmet en la capital. El tomate valenciano, junto con la patata y la sandía eran los tres productos básicos. Con el plástico, sin embargo, se amplió la gama: pimiento italiano, pepino francés, cebolla tierna...

Desde la salida de Valencia y hasta casi adentrarse en Cullera atravesando el Perellonet, el Perelló y Mareny de Barraquetes, la franja de invernaderos y cultivo al aire libre transcurre limitada por una barrera física, el mar, y otra agrícola, los arrozales. Entre el reto del crecimiento y la necesaria rentabilidad, este ecosistema agrícola ha ido abriéndose paso. La zona ha vivido tiempos mejores. En la Cooperativa del Mareny de Barraquetes recuerdan los años previos al boom inmobiliario, cuando solo en «tomaca valenciana» superaban el en torno al millón de kilos que venden hoy del total de cultivos. Eran años, a finales de los 90, de seis millones de kilos de producción. La expansión inmobiliaria se interpuso y los jóvenes saltaron del invernadero al andamio. Una década después, regresan. El cultivo de verdura china se ha convertido en sinónimo de rentabilidad. Lo que comenzó hace unas décadas casi como excentricidad es hoy una clave de supervivencia.

La cooperativa Unión Protectora de El Perelló (Unipro) es el gran referente de la zona y tiene en este cultivo casi la mitad de sus ocho millones de facturación. Se exportan a Europa unas 3.000 toneladas de verduras chinas de 21 variedades. Centroeuropa y Reino Unido son los mercados favoritos.

Para los veteranos, sin embargo, esta nueva prosperidad genera un dilema: el crecimiento de la verdura china se produce a costa del repliegue del tomate típico de la zona, asociado a la marca Perelló tras un trabajo de márketing de años. «Aquí hacemos el tomate valenciana de toda la vida, autóctona, no híbrida», explica Pedrós desde el Mareny.

Se acerca el mes de junio y los residentes y pasajeros comenzarán a convivir con los puestos de venta de tomate. Una tradición que sobrevive entre l'Albufera y el mar.

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