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El perfil | Ranna Ezzeddine

El triunfo de una «fenicia» en la empresa valenciana

Ezzeddine inició su aventura como empresaria especializada en la exportación de productos derivados de la madera al inicio de la crisis

El triunfo de una «fenicia» en la empresa valenciana

«Me defino como descendiente de fenicios». Dicho en Valencia por alguien cuyos negocios se centran en la exportación puede parecer una obviedad. Sin embargo, quien lo afirma es Rana Ezzeddine y es libanesa, aunque lleva más de media vida a este lado del Mediterráneo. Nació en la ciudad más importante de la antigua Fenicia, Tiro, en 1971, cuando su país todavía era considerado la Suiza de Oriente Medio, aunque poco después de su llegada a aquel mundo su familia se trasladó a Beirut. Poco duró la alegría, porque en 1975 se inició la guerra que devastó el país. Aún así, los Ezzeddine „padre empresario que vendía generadores eléctricos y bombas de agua sumergibles y madre ama de casa„ resistieron en la capital hasta la invasión israelí de 1982. Entonces se trasladaron de nuevo, durante cinco años, a Tiro, ubicada en la costa sur del Líbano. Pese a tantas penalidades, Rana, cuyo nombre es un antiguo verbo árabe que significa embeleso, se dispuso a los diecisiete años a emprender una carrera universitaria.

Como cuenta ella misma, «vengo de una familia, sobre todo desde mi abuelo, que siempre ha promocionado a la mujer. No soy la primera de la familia que sigue ese camino. Mi tía sí lo fue y una de las pioneras de su generación. Se fue a Francia». Ese también era el destino de Rana, a la que habían admitido dos universidades de ese país. Pero Líbano, que fue protectorado galo, seguía siendo un polvorín en medio del inacabable conflicto entre árabes e israelíes. «En Beirut había bombardeos y era difícil llegar a la embajada y, además, Francia no estaba predispuesta a dar visados», rememora. Así que buscó una alternativa y ahí surgió Valencia.

Rana Ezzeddine se vino sola y sin saber español, aunque con el respaldo económico de una familia acomodada. El primer año, a finales de los ochenta, lo dedicó a preparar la selectividad y a aprender el castellano. Y luego, como estudiante de ciencias, se matriculó en informática, que «era el futuro». Cuenta esta empresaria que «muchos compañeros de carrera me decían que estaba loca por venir a estudiar desde un lugar tan lejano, pero resulta que alguno de Burgos dejó la universidad el primer año» por morriña de su tierra. «Demostré fuerza y responsabilidad», recuerda Ezzeddine, quien en aquellos años descubrió su pasión por el comercio internacional. En una Valencia, la de hace veinticinco años, «menos permeable a otras culturas» que su país de origen, tener conocimientos de idiomas era un salvoconducto para trabajar en el mundo de la empresa, sobre todo si la mercantil tenia vocación exportadora, y Rana, además del reciente castellano, hablaba inglés, francés y árabe. Durante la carrera, gracias a amigos cuyas familias tenían empresas, trabajó esporádicamente en ferias como la del mueble o la del azulejo, apoyada en los idiomas que dominaba, «y eso me abrió los ojos al comercio y vi que me gustaba más que la informática».

Por tanto, cambio de aires. Nada más terminar la carrera, entró a trabajar en varias empresas exportadoras de muebles y otros sectores. Durante nueve años dirigió el departamento exterior de una firma de productos derivados de la madera. Y llegó la crisis. En lugar de mantenerse a resguardo en aquellos tiempos turbulentos, Ezzeddine dio un paso al frente y creó en 2009 su propia empresa. «Tenía fe en mí y soy muy trabajadora», explica antes de recordar que «el mercando exterior es el que ha permitido sobrevivir a muchas firmas».

Así nació Finixia. Como a su llegada a España, se inició en esta aventura sola, aunque la «familia» ha ido creciendo hasta contar con ocho empleados, incluida una hermana de Rana, la menor, que estudió en Líbano, hizo un máster en Valencia y trabajó para Deloitte en Alemania como economista antes de incorporarse al nuevo proyecto hace tres años. La empresa, que el año pasado facturó 6,4 millones de euros, con una subida del 19 %, se dedica a la exportación de productos derivados de la madera para construcción y decoración de interiores, como puertas, parqué o tableros decorativos. La llegada de la hermana implicó abrir una nueva línea de negocio: la del contract para hoteles. Un año más tarde, al grupo se incorporó un hermano, con quien Rana puso en marcha otra empresa, en este caso especializada en el sector del azulejo y los derivados de la piedra.

Ahora, el grupo empresarial familiar vende sus productos, especialmente Finixia, a países del Golfo Pérsico, Oriente Medio y África, un territorio que Rana Ezzeddine conoce por sus orígenes y por los muchos años en que estuvo empleada en el sector antes de dar el paso de convertirse en empresaria. Desde la perspectiva del éxito profesional, asegura que la internacionalización «es una cultura de la empresa, no una solución puntual».

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