Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Apostar por la ciencia

Ni uno ni dos ni tres: han sido más de un centenar los premios Nobel que, en una durísima carta dirigida especialmente contra la organización ecologista Greenpeace, abogan por la conveniencia de apostar por el uso de alimentos transgénicos al entender que el rechazo frontal que determinados colectivos han expresado hacia la biotecnología, hacia los organismos genéticamente modificados, carece por completo de base científica. Supongo que alguna autoridad y valía tendrán las opiniones al respecto de un total de 109 galardonados con el Nobel en disciplinas como medicina, física, química o economía; opiniones, además, que coinciden con el contenido del informe hecho público recientemente por la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos.

La carta de los investigadores y científicos laureados con el premio más prestigioso del planeta no se anda por las ramas, hasta el punto de plantear a Greenpece esta demoledora pregunta: «¿Cuánta gente pobre tiene que morir en todo el mundo antes de que consideremos esto como un crimen contra la humanidad?». Aluden, en este sentido, al caso concreto del arroz dorado, un producto transgénico con un aporte suplementario de vitamina A que evitaría problemas de ceguera y mortalidad infantil en las zonas más pobres de la tierra, pero cuyo empleo está prohibido por las presiones implacables que la organización ecologista ha ejercido en contra de su utilización.

La polvareda que ha levantado la reivindicación de los Nobel sitúa en el ojo del huracán la veracidad de determinados planteamientos y afirmaciones que, al menos hasta la fecha, han gozado de un amplio consenso social. Desde nuestro punto de vista, creemos que en estas cuestiones hay que escuchar a los saben y uno tiende a pensar que algo sabrán y algo tendrán que decir sobre un tema tan complejo los representantes más eminentes de la comunidad científica internacional. No se trata de pensar que los alimentos transgénicos son la panacea que resolverá todos los problemas, pero parece absurdo cerrarse en banda frente a las posibilidades que ofrecen los avances científicos que, en este contexto, pueden abrir puertas hacia una agricultura de precisión que contribuya a ofrecer adecuada respuesta a las crecientes necesidades alimentarias de nuestro planeta.

La defensa de la ecología y sus valores es positiva, desde luego que sí, pero resulta preocupante cuando se convierte en un acto de fe que acaba conduciendo a la sinrazón. Bien lo sabemos los agricultores que padecemos las consecuencias de esas actitudes en casos como la apabullante política restrictiva en el uso de fitosanitarios que aplica la Unión Europea. Los prejuicios nunca deben gobernar el mundo y, por eso mismo, ni se puede ni se debe legislar con las tripas. Es mucho más aconsejable usar la cabeza.

Compartir el artículo

stats