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Perfil | Asun OIiver

La farmacéutica enamorada de las gafas

Asun Oliver, en la óptica que regenta en el centro de Valencia perales iborra

Ella se define como la dama de las gafas pero, además de serlo, esta empresaria del mundo de la óptica deja entrever un carácter en cierto modo gamberro. O, mejor dicho, desenfadado, atrevido. Ella misma confiesa que uno de sus sueños es ser solista de un grupo musical moderno. Le encanta subir a un escenario y, si se trata de bailar, no desaprovecha la ocasión. Sabe tocar la guitarra española, herencia directa de su familia.

El progenitor de Asun Oliver, nacida en Carcaixent en 1957, fue profesor de música en el conservatorio de la localidad de La Ribera, donde su hermano, también amante de la guitarra, trabaja de administrativo. Pese a su temprana vocación musical y a la herencia paterna, Oliver acabó siguiendo los pasos de su madre. Bueno, no, los pasos que su madre hubiera seguido si su padre no se lo hubiera impedido. Y es que el abuelo materno, un exportador de cítricos, no quiso autorizar a su hija, que aspiraba a ser farmacéutica, a que se trasladara a Granada, dado que en Valencia no existían por entonces, en los primeros años de la postguerra, centros donde estudiar esta carrera.

Oliver, que dice que la vena de comerciante que acabaría imponiéndose a lo largo de su vida le viene de ese antepasado, se formó en el Colegio de María Inmaculada de Carcaixent hasta que a los 18 años se trasladó a Valencia, donde ya se podía cursar Farmacia. En 1980, terminó los estudios y rápidamente encontró trabajo. Una quimera en la actualidad. Pero a los dos meses «me dí cuenta de que aquello no era lo mío, que yo, además de vender, lo que quería era crear y aconsejar a los clientes». Empezaba a otear en el horizonte su idolatrado mundo de las gafas.

Estudios en Valencia

Como en Valencia no se impartían a principios de los ochenta esas disciplinas, la futura empresaria se marchó a Santiago de Compostela a realizar su particular Erasmus: un curso de un año de óptica y acústica. De regreso a la capital autonómica el año del mundial de fútbol y del triunfo de los socialistas de Felipe González, Oliver entra a trabajar en una farmacia del Parque Alcosa, que tenía grandes dimensiones y en la que el dueño le permitió que instalara una zona dedicada a la óptica. Fueron cuatro años como asalariada que dieron paso al inicio de su vida como empresaria. En 1987, junto a varios compañeros, pone en marcha Ópticas Asociadas, una mercantil cuyo principal objetivo era «montar ópticas de referencia en el cuidado de la visión en las diferentes poblaciones en las que nos ubicamos». La primera se instaló en Riba-roja y, en el transcurso de los años abrieron otras dieciséis en varias localidades de la Comunitat Valenciana. Oliver recuerda aquellos años como una etapa apasionante, no solo por el trabajo, sino también porque se implicó en el apoyo a personas desfavorecidas y colectivos con problemas de visión.

Con el objetivo de dar una imagen del negocio menos centrada en lo comercial y más en el cuidado de la vista, la empresa mudó de nombre y pasó a denominarse Instituto Valenciano de la Vista. En algunos pueblos, las tiendas incluían un Instituto Valenciano de la Sordera, nacido también a iniciativa de Oliver.

Llega la crisis

Pero llegó la crisis y el negocio se vino abajo. La caída de las ventas obligó a la empresa a cerrar tiendas y despedir trabajadores. Es entonces cuando Asun Oliver decide emprender un rumbo en solitario. Se separa de sus socios y se queda con los establecimientos de Riba-roja y Vilamarxant. Peculiar como es ella, decide que el 12 del 12 de 2012 tiene que abrir una tienda en Valencia «diferente, original y divertida». Consuma su objetivo a las doce de la noche de aquel día. Hoy Asun Oliver Ópticas, que fundamenta su singularidad en el rastreo en las principales ferias de las gafas que se pondrán de moda, tiene diez empleados «a los que no considero como tales, sino como colaboradores, porque sin ellos no habría empresa». Uno de esos trabajadores es su hija Marina, también óptico-farmacéutica, que se ha incorporado al negocio. El hijo Ricardo es maestro de escuela. No ha seguido los pasos de sus progenitores, dado que el padre es farmacéutico en Benetússer. Además de las gafas, que están por encima de todo, Oliver se declara amante de la lectura de libros escritos por mujeres de cualquier disciplina y todo lo relacionado con la innovación. Buena viajera y usuaria de las redes sociales, su otra gran pasión es la música, con la que sigue honrando a su mayores.

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