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El perfil | Cristina Llambíes

La empresaria que hace yoga en tiempos de vértigo

Lambíes se hizo cargo el año pasado de la gerencia de Porvasal, la compañía valenciana especializada en porcelana para hoteles y restaurantes que acaba de superar un concurso. Centrada en estabilizar la firma, confiesa que lo más díficil es la conciliación familiar.

La empresaria que hace yoga en tiempos de vértigo

No es fácil la vida de un gerente de empresa. Mucho menos si tiene intereses en el extranjero y es rara la semana que no tiene que hacer un viaje al exterior. A veces, tres de los días laborables de la semana. Si el gerente es una mujer con hijos, la cosa se complica. Esa dificultad para conciliar la vida familiar es lo que peor lleva Cristina Lambíes, principal responsable ejecutiva de Porvasal, una empresa dedicada a fabricar porcelana para hoteles, restaurantes y cafeterías que acaba de superar la difícil encrucijada del concurso de acreedores. Menos mal que su marido, un veterinario empleado en el grupo Tragsa, donde lleva a cabo labores de control sanitario del ganado, «me ayuda mucho, tanto que lo hace todo cuando estoy de viaje».

Lambíes, pese a todo, no tiene motivos para la queja. Está en la cúspide de la empresa de su familia, a donde ha llegado tras prepararse de valiente a lo largo de unos cuantos años. Nacida en Valencia en 1975, estudió en el Liceo Francés y luego se licenció en Administración y Dirección de Empresas (ADE) en la Universitat de València. Terminada la carrera, se fue a la Universidad de Cambrigde a estudiar durante seis meses inglés. Pese a su vocación, en todos esos años no pisó, laboralmente hablando, la firma de su familia. Eso sí, durante la etapa formativa en Valencia hizo prácticas en diversas empresas siguiendo el plan de estudios de ADE de la universidad.

Finalmente, en 1999, se incorporó a Porvasal, la firma que en la actualidad controla „con el 70 % del capital„ la familia Lambíes: los padres, Cristina y su hermano, director industrial de la compañía. Porvasal nació en 1991 como sociedad anónima laboral fruto del reflotamiento de Porcelanas de Levante, filial valenciana del grupo Porcelanas del Norte. El padre de Lambíes trabajaba como alto ejecutivo y consejero en varias empresas del grupo Uralita, como Porsan y Sangra. A finales de los ochenta, con Porcelanas de Levante al borde de la quiebra, los empleados de esta última se pusieron en contacto con él y otros dos empresarios para que reflotaran la compañía. Con un nuevo plan estratégico industrial y comercial, que implicó abandonar la línea de fabricación para hogares, y un vital cambio del horno eléctrico al de gas, la compañía remontó el vuelo y ya en el 95 se convirtió en una sociedad anónima, si bien una veintena de empleados siguen formando parte del capital.

La familia Lambíes, a través de VL Ingeniería Química, mantuvo el 43 % de las acciones hasta hace poco, cuando adquirió su participación a los otros dos socios originales, que vendieron al jubilarse y constatar que sus herederos no querían saber nada del proyecto. En ese momento, Porvasal no pasaba por sus mejores días. En marzo de 2012 tuvo que presentar concurso de acreedores. Como explica su actual gerente, la compañía había realizado en 2009 una inversión por valor de cinco millones en la compra al grupo Roca de su fábrica Inker en Croacia y eso se cruzó con un alto endeudamiento, la crisis y el hundimiento del Banco de Valencia, con el que trabajaba y cuya debacle le cerró el acceso al crédito y a los descuentos comerciales. En un año las ventas cayeron un 20 %. Cuatro años más tarde, Porvasal ha salido ya del concurso y se encuentra en pleno proceso de reestructuración de una sociedad que prevé facturar unos 13 millones de euros en este ejercicio y que cuenta con una plantilla de 262 trabajadores,incluidos los 86 de su planta de Croacia.

El no a un master

Pero volvamos a Cristina Lambíes. Concretamente, a 1999. En aquel momento, valoró completar su formación con un master en administración de empresas, «pero Porvasal estaba en un período de cambios y mi padre me pidió que me incorporara ya». Y así lo hizo. Por la base:«Hice un plan de carrera de un año y medio para formarme en todos los procesos productivos de la compañía, desde los hornos y los ciclos de cocción a la sección de esmaltes y el departamento financiero». Su destino final fue como administrativa en la sección de exportación. No por mucho tiempo. Con el cambio de siglo, Porvasal compró en Gijón Porcelanas del Principado y Lambíes pasó a ejercer de controller entre la planta norteña y la valenciana. Fue una aventura corta, porque el negocio no funcionaba y Porvasal vendió en 2005 su nueva firma: «La filosofía asturiana tanto empresarial como de los sindicatos era muy diferente y no logramos reflotarla; de hecho, se la vendimos a un empresario asturiano que la cerró al cabo de un año y medio». Lambíes siguió prosperando en la empresa familiar: En 2008 se hizo cargo de la dirección comercial y el año pasado ascendió a gerente.

Con dos mellizos de siete años, dice que sus hijos son su principal hobby, que practica los fines de semana, aunque le gusta viajar al margen del trabajo „Asia es su asignatura pendiente„ y la lectura de libros de aventuras. Ahora mismo, sin embargo, lee sobre todo con sus hijos en inglés y valenciano, una lengua, esta última, que está aprendiendo a la par que sus vástagos, dado que «mi círculo es castellanohablante». Vive en Rocafort y, tras una semana de descanso a primeros de julio en Lanzarote, se apresta a disfrutar de unos días de descanso con la familia en Cantabria. Centrada en estabilizar la compañía, lograr que dé dividendos y conseguir potenciar la marca en España y el exterior, Lambíes confiesa que tiene poco tiempo para el deporte, aunque en el último mes y medio se ha aficionado al yoga. Relajación para tiempos de vértigo.

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