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Un diálogo intergeneracional

El catedrático de Economía jubilado Josep María Jordan Galduf y el profesor de instituto Santiago Vicente han escrito un libro donde expresan sus puntos de vista sobre cuestiones relacionadas con la cultura, la sociedad y la economía. Sobre esta última, Jordan aboga por apuntalarla «sobre bases más sólidas».

Un diálogo intergeneracional

Un diálogo intergeneracional. Ese es el propósito que buscó el catedrático de Economía Aplicada Josep Maria Jordan Galduf cuando se planteó escribir un libro de «postmemorias». La solución estaba en un diario electrónico donde también colaboraba Santiago Vicente, un profesor de enseñanza secundaria en un instituto de Villar del Arzobispo que podría ser su hijo, si nos atenemos a los 28 años de diferencia de edad entre ambos. El libro „«Una finestra al món: doble perspectiva», que se presenta el próximo viernes en la biblioteca L'Almodí de Llíria„ es una miscelánea donde los dos autores „profesor joven, profesor jubilado„ alternan artículos que aportan su punto de vista sobre sus más diversas inquietudes sociales, culturales o económicas. Se contraponen, como explica Vicente, dos visiones: la de un hombre „Jordan„ que «participó en la construcción» de un futuro que ahora es el presente y la de este filólogo inmerso en la «época de los millennial», actores sufrientes de «un sistema económico cuestionado» que él no ve con decepción, sino «como un momento de transición que hay que aprovechar». Dicho de otra forma, aunque «tengo optimismo en la construcción entre todos de una sociedad mejor, en estos momentos la realidad nos muestra que, citando el libro del historiador Josep Fontana, "el futuro es un país extraño"».

Vicente se ha centrado sobre todo en la cultura y la educación, en su valor social y económico. La economía, cómo no, es el terreno que más explora Jordan. El experto aprovecha la ocasión para disertar sobre la forma de afianzar la recuperación económica después de casi una década de crisis que se ha ensañado de manera particular con la Comunitat Valenciana. En su opinión, de lo que se trata ahora es de ver cómo «se apuntala la economía sobre unas bases más sólidas para no caer en los errores anteriores». Es decir, los de una economía que fió buena parte de su crecimiento al sector inmobiliario, lo que provocó una creciente desindustrialización, el deterioro del territorio, una progresiva pérdida de productividad y, por sus excesos, el fin de un sistema financiero autóctono con la desaparición de Bancaja, CAM, Banco de Valencia y Ruralcaja.

Jordan es de los que opina que esas nuevas bases pasan inexorablemente por el cambio de modelo económico, pero también sociopolítico. Por ejemplo, es necesario «reforzar la estructura productiva de las pymes y tener una administración más transparente e inmune a la corrupción». El catedrático de Economía Aplicada de la Universitat de València ya jubilado como profesor añade que «es fundamental la Agencia Valenciana de la Innovación para lograr una política industrial sana». Según su criterio, la autonomía «va por el buen camino, pero hay que ser firmes para no volver al ladrillo». En plena sintonía con su compañero de correrías literarias, que en el libro presta una atención especial al mundo educativo y su relevancia para la sociedad, Jordan Galduf defiende que hay que «hacer de la formación el sostén fundamental de la ciudadanía».

Tras una etapa en la que el sector inmobiliario se enseñoreó por toda la Comunitat Valenciana y apenas dejó un palmo de terreno sin construir, el experto considera prioritario prestar una especial atención a la sostenibilidad, sobre todo si tenemos en cuenta los efectos cada vez mayores del cambio climático sobre la vida de las personas.

Jordan también dirige su mirada al mundo de las finanzas y apunta al respecto que, «cuando hablamos de una banca ética y eficaz, hay que verlo como una utopía realista y no como algo inalcanzable». En su opinión, las entidades financieras «tienen que lograr una rentabilidad pero no debe eludir su responsabilidad y han de evitar los beneficios desproporcionados. Su papel durante la crisis fue tan sospechoso que ahora se les reclama más solidaridad y más transparencia».

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