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Juan José Almagro: "La transparencia en la empresa no ha de verse como una humillación, es una obligación"

Juan José Almagro: "La transparencia en la empresa no ha de verse como una humillación, es una obligación" Eduardo Ripoll

¿Qué es para usted la Responsabilidad Social Corporativa?

Si hay que definirla en una frase, sería: Uno, cumplimiento de la ley; Dos, comportamiento ético; Tres, transparencia; Cuatro, diálogo, y cinco, compromiso.

¿Cómo ha sobrevivido la ética en esta época de crisis, con empresas, bancos y políticos en el banquillo de los acusados?

Malamente. Ha quedado claro que la ética la han enterrado en su actuar. La corrupción, y lo dijo el Papa, no es solo cuestión de empresas, de políticos, de familias... Deberíamos ser capaces, como ha dicho muchas veces Adela Cortina, de buscar y rebuscar la ética.

¿Qué se le puede pedir a una empresa desde el punto de vista de la RSC?

Lo primero es que la empresa y cualquier institución debe ser capaz de dar confianza a las personas que sirve. Sin confianza, la gente abandona a la empresa. La gente sabe que hay empresas buenas y empresas malas. Y la empresa buena es la que no convierte los hechos en retórica; y el bien común no lo convierte en intereses particulares. La empresa que busca la función social de la empresa, es una buena empresa. La mayoría de encuestas en todo el mundo dicen que la mayoría de la gente desconfía de los grandes bancos, grandes empresas y políticos, y sí confía en las pymes. Fundamentalmente porque dan cercanía, proximidad, confianza, y la gente quiere tener confianza y ver que existe coherencia. Se dice lo que se tiene que decir y se hace lo que se tiene que hacer.

Como persona que hace apostolado de la RSC, ¿cómo ve el uso que se hace de ella? A veces parece una cuestión cosmética.

La cosmética es algo de lo que se habló siempre cuando nació este concepto y es verdad que a veces es cosmética pero afortunadamente cada vez menos. La ciudadanía es cada vez más lista; la gente lo que pretende es que no solo no la engañen sino que cuando compra lo hace a quien le tiene confianza. Y hoy la ciudadanía ha decidido que la empresa o es socialmente responsable o le retira la confianza.

Ahí están las crisis de reputación.

Las redes sociales han puesto de relieve lo que es libertad de expresión, pero también la facilidad para injuriar sin tener ningún problema. Las redes son una institución extraordinariamente joven, más democráticas que muchas instituciones democráticas. No se pueden hacer cosas en contra de la opinión pública.

No sé si conoce el ecosistema empresarial valenciano...

No sólo lo conozco sino que cualquier alabanza que pueda hacer en España es a la dirección general que depende de Transparencia, la única institución en España capaz de poner en marcha un anteproyecto de ley para fomentar los objetivos de sostenibilidad.

¿Cómo ve el cumplimiento de los objetivos 2030 sobre sostenibilidad? ¿Llegamos a tiempo?

En el conjunto español, mal. Prácticamente hemos perdido un año, con la excepción de Valencia. Es un problema de liderazgo y voluntad política. Porque debemos hacerlo. Nos comprometimos 196 países a hacerlo.

¿Cuáles son esos objetivos?

Se pusieron en marcha el 25 de septiembre de 2015 y son 17. Abarcan todas las parcelas de lo que entendemos como cooperación internacional: lucha contra la pobreza, la desigualdad y lucha por la sostenibilidad del planeta. Son objetivos universales, nos van a afectar a todos. Importa que todo el mundo sea capaz de ponerse a trabajar, pero también que los políticos tengan liderazgo para tirar del carro.

Se habla del trabajo decente, y en España se ha abierto el debate sobre necesidad de subir los salarios. Junto al paro, la desigualdad es la lacra de la crisis en España.

Tenemos tres lacras. Una es la corrupción, es el segundo problema en importancia de los españoles, lo dice el CIS; tenemos el subempleo y la desigualdad.

Entiendo que RSC también es pagar de forma digna a los empleados.

Sin duda ninguna. La desigualdad corrompe la democracia y la corrupción es directa impulsora de la desigualdad. Entre todos debemos hacer un esfuerzo con la gente joven. No es de recibo que el 45% de los menores de 25 años estén en desempleo.

¿Y qué hay de los políticos?

Lo primero que hay que pedir a los políticos es ser decentes, como parte de su conducta vital, porque si no, nadie los creerá. Tienen que ser decentes, tienen que se coherentes, y tienen que ser solidarios. Luchar contra la desigualdad y contra la corrupción desde cualquier ámbito. Por fortuna la gente va entendiendo, los políticos y los dirigentes empresariales, que la transparencia no es una humillación, es una obligación. El día que asimilemos que es una obligación habremos adelantado mucho.

Precisamente esa revolución debería venir de la ciudadanía.

Liderar es educar. Y solo desde la educación el hombre y la mujer se hace más libre, más sabio, más demócrata y mejor profesional. Si hay algo que tiene poder transformador en la vida sin duda es la educación y la universidad, que no es solo un conjunto de facultades donde se faculta a las personas. Es mucho más que todo eso. Y ese divorcio de universidad, empresa y sociedad debemos ser capaces de romperlo. Lo decía Unamuno: La universidad debe salir a la calle, mezclarse con la gente.

Usted es muy futbolero. A esas SAD tan alejadas de la sociedad a la que tanto deben, también habría que pedirles RSC.

Como a todas las instituciones. Pero estamos en una época de reverencia. La denigración se ha apoderado de nosotros en los últimos 30 ó 40 años, este estilo de vida contemporáneo, que es muy egoísta. Porque antes todos éramos capaces de descubrir que había una cosa que se llamaba cultura del esfuerzo para progresar en la vida. Desafortunadamente, cuando la sociedad se hizo líquida, mucha gente lo que hizo fue confundir progreso con velocidad. Eso es vivir en el facilismo, y querer obtener todas las cosas rápidamente. Desde ser millonario en un mes mejor que en siete años, a querer ser famoso. Y eso debemos revertirlo con la educación.

Parece que me hable de las startup.

Responde al facilismo. La confusión de progreso con velocidad nos lleva a caminos extraños, a veces a precipicios. La innovación es, sobre todo, actitud, y preguntarse, como hacía Ortega y Gasset, qué puedo hacer yo para mejorar esto cada día.

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