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La trama secreta de la mayor negociación de crudo de Wall Street

Cómo funcionarios mexicanos anticiparon la Gran Recesión y apostaron por un petróleo a la baja cuando no dejaba de subir

Los hombres se reunieron en la sala de conferencias de siempre, sólo que esta vez decidieron que su apuesta anual al petróleo fuera mayor y más audaz que nunca. Menos de una docena de representantes de tres secretarías del Gobierno mexicano y Petróleos Mexicanos, la empresa estatal de energía, estaban por hacer una inversión marcadamente a contracorriente del mercado. Si acertaban, la ganancia sería enorme. ¿Y si se equivocaban? Habrían gastado una pequeña fortuna en vano.

Casi siete meses antes, a comienzos de enero de 2008, el precio del barril de petróleo había rozado el nivel de 100 dólares por primera vez en la historia. Se replegó a menos de 90 dólares para fin de mes, pero entonces, a comienzos de febrero, el precio se disparó. El West Texas Intermediate, la variedad de referencia estadounidense, llegó a un nuevo máximo cada mes „103,05, 111,80,119,93, 135,09,143,67„ hasta que finalmente, a inicios de julio, llegó a147,27 dólares por barril. Una demanda aparentemente insaciable de las economías emergentes, entre ellas China y Brasil, alentó vaticinios exorbitantes de 200 dólares por barril entre los comercializadores más delirantes. Incluso aquellos con previsiones bajistas eran bastante optimistas, pensando que habría una corrección, no un desplome.

Y, sin embargo, el 22 de julio de 2008, apenas 11 días después de que el crudo llegara a su máximo histórico, este pequeño grupo de mexicanos se reunió para conversar sobre una perspectiva muy diferente en el suntuoso ámbito de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público de Ciudad de México. Cuando «los hombres de Hacienda», como se los conoce, regresaron a sus escritorios, su misión era fijar, o cubrir, los ingresos petroleros de México mediante un trato con bancos de Wall Street.

A los pocos minutos comenzaron a enviar mensajes a las mesas de negociación de crudo de Barclays, Goldman Sachs, Morgan Stanley y Deutsche Bank. Sus instrucciones eran comprar opciones de venta, contratos que les daban el derecho de vender petróleo a un precio futuro predeterminado, a niveles que iban de 66,50 a 87 dólares por barril. Los bancos que recibieron las órdenes nunca habían visto un acuerdo petrolero de esa magnitud. El monto de las opciones era de 1.500 millones.

De Houston a Nueva York y Londres, los banqueros trabajaron contra reloj para cerrar la gigantesca transacción. Equivalía a 330 millones de barriles, suficiente como para cubrir las importaciones anuales de crudo de Holanda. Barclays hizo la mayor parte de la compra, con 220 millones de barriles. Goldman fue el segundo, con 85 millones de barriles. Apostar a que los precios del petróleo estaban por precipitarse era audaz. En el lucrativo negocio del crudo, conocido por su remuneración generosa, estos empleados gubernamentales probablemente estaban entre los peores pagos. Sin embargo, los hombres de Hacienda resultaron ser proféticos en predecir el bajón.

En aquel momento, todos sabían que el mundo iba hacia una crisis financiera pero, gracias a sus excelentes conexiones bancarias y políticas en Estados Unidos, México bien puede haber tenido el discernimiento especial de vaticinar cuánto se deteriorarían las cosas. Más aun, como uno de los mayores exportadores petroleros del mundo, el país generalmente tiene mejor información que, por ejemplo, los fondos de cobertura acerca del rumbo del mercado. En 2008, esa información hizo que las personas de la sala creyeran que la oferta mundial excedía por mucho la demanda mundial.

Efectivamente, conforme los bancos ejecutaron el acuerdo durante un periodo de cinco meses, los precios del crudo cayeron en picado, en medio de la peor catástrofe financiera desde la Gran Depresión. En 2009, los precios del crudo promediarían menos de 55 dólares, muy por debajo del precio promedio de las opciones de 70. La clave del éxito de esta gigantesca cobertura soberana de petróleo fue actuar «rápidamente, muy rápidamente», dice Gerardo Rodríguez, en aquel momento subsecretario de Hacienda y Crédito Público. «Al comienzo del verano (boreal) vimos que la crisis financiera se propagaba rápidamente», dice. «A pesar de eso, los precios del petróleo estaban aún altos. Incluso estaban trepando. Nos dijimos: ´Necesitamos un seguro y tenemos que aprovechar el precio del petróleo a 150 dólares´», concluye

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