Hay a quienes les gusta acuñar todo lo que pasa con algún término. Los más agoreros o sensacionalistas han creado el concepto ´burbuja tecnológica´, para comparar lo que sucedió a finales de los 90 con la llegada de Internet y las primeras empresas tecnológicas con la actual situación en el sector. Sin embargo, poco tienen que ver ambos momentos: no estamos en el estadio inicial del sector tecnológico, donde nadie sabía exactamente cuál iba a ser su impacto real en la sociedad, sino que se dejaba llevar por una ola. En aquel momento sí que hubo burbuja tecnológica. Las Terras y Lycos fueron los grandes fiascos de una época donde poco sabíamos de cómo gestionar este sector.

Sin embargo, el momento actual difiere por muchas cosas: estamos inmersos en una revolución tecnológica pero ya tanto los inversores como los tecnólogos conocen mejor cómo funciona el sector (hemos tenido muchos años para aprender) y tienen unos modelos más sólidos. Es cierto que, como en todos los sectores, siempre hay gente que no sabe lo que hace o no lo tiene tan claro. Como aquel empresario que busca montar una discoteca en el desierto siguiendo el ejemplo de Las Vegas y se sorprende cuando fracasa. «Pero si Las Vegas ha triunfado, ¿por qué no la mía?», se pregunta. Porque como en cada negocio hay que estudiar bien la legislación, el mercado, los costes, y por supuesto, el segmento al que te diriges, lo que hace que un mismo negocio triunfe en un lugar y fracase en otro.

Y ya (casi) nadie duda de que la tecnología ha venido para quedarse y es un sector que por su naturaleza va a estar en constante cambio y evolución. La parte mala de esto es que obliga a quienes trabajamos en él a un reciclaje continuo, a estar pendientes de las últimas novedades y a ser capaces de adaptarnos a los cambios y a nuevas formas de trabajar. La parte buena es que este sector siempre está generando nuevas oportunidades de negocio. Es una realidad que ya no se le escapa a nadie. Ya no es una burbuja, sino una revolución.

Y dentro de esa vorágine, conviven inversores, emprendedores, tecnólogos, expertos€.entre quienes opinan que en el momento actual de esta revolución tecnológica lo que hay es un exceso de proyectos y poca inversión para todos. En el otro lado, están quienes opinan que capital hay de sobra, sin embargo, lo que falta son buenos proyectos en los que invertir.

Estamos en un momento muy curioso donde unas pocas startups, muy bien relacionadas, son capaces de levantar grandes sumas de inversión sin tener un negocio tan innovador ni rentable. Ocurre porque hay mucho inversor primerizo, poco experto en saber qué mirar antes de confiar su dinero. En el otro lado, a otras startups con gran trabajo detrás y grandes métricas le cuesta mucho conseguir inversión porque, realmente, hay mucha competencia. ¿Cuál es el problema? Pues que la inversión en startups es algo muy relacional, poco racional y muy emocional. Y además, con un toque de marketing, es más fácil vender bien una startup. Por eso, unos pocos bien relacionados son capaces de generar un halo de éxito a su alrededor y ahí es donde todo inversor quiere estar. Bienvenidos a la revolución tecnológica que, esta vez sí, va a cambiar nuestra forma de vivir.