El problema no es valenciano, no lo es de momento pero convendría trabajar -ya- en liderar las soluciones. El jueves, la Consellería de Agricultura accedió a abordar, a petición de todos los representantes del agro, la complicada encrucijada fitosanitaria en la que se encuentra la agricultura mediterránea en general y la citricultura valenciana muy en particular: al este la Xylella fastidiosa sigue propagándose sin remedio en Baleares, al oeste, cada vez más cerca de la frontera española y de las zonas citrícolas de Huelva o lusas del Algarve, avanza la Trioza erytreae, el vector del temido Citrus greening, al sur, en Málaga, el mal seco que mata los limoneros y al norte, tan lejos como en Tarragona se sitúa un punto tan crítico como lo es para todas estas enfermedades de cuarentena, la mayor concentración de viveros de cítricos de Europa, casi todos desguarnecidos y al aire libre. La amenaza pervive incluso cuando acaba la campaña citrícola local, porque es entonces cuando se aviva el temor de la posible contaminación por el hongo «mancha negra» o por la polilla barrenadora T. Leucotreta que en no pocas ocasiones viene en los frutos, por ejemplo sudafricanos, que importa en masa Europa en verano.
El secretario autonómico, Francisco Rodríguez Mulero y su director general de Agricultura, Roger Llanes, se esforzó por echar agua al fuego de un sector cada vez más encendido por la intensidad y cercanía de las amenazas. Llanes expuso las cautelas tomadas, desarrolló al detalle las medidas para reforzar el Plan de Vigilancia Fitosanitario, clave para una detección precoz, las campañas para concienciar a la ciudadanía sobre los peligros de portar material contaminado, sobre la supuesta efectividad del bloqueo decretado para protegerse de la bacteria detectada en las islas, proyectó una imagen de contundencia frente a la introducción ilegal de variedades, frente a la proliferación de viveros clandestinos. Pero conforme las cuestiones que abordaba se alejaban de su ámbito competencial, ésa firmeza se diluía, ya no era capaz de mostrar más que buena voluntad y desde luego cada vez era más evidente la precariedad de medios propios-véase la situación del IVIA- y menos aún de los ajenos, la falta de voluntad de terceros, el escaso compromiso de algunas regiones, la falta de colaboración, cuando no la resignación...
El sector necesita transparencia y una comunicación fluida pero más aún que éso lo que requiere es liderazgo político. Para afrontar este problema, cualquier problema, lo primero que hay que considerar es su dimensión. Y en este caso parece claro que supera con creces el ámbito autonómico. Hay que situar este asunto en el plano que se merece. Hay que llamar a las puertas donde están las soluciones y los recursos, que tienen domicilio en Madrid y en Bruselas. Estamos dispuestos a acompañar al Consell en sendos viajes.
Presidente del comité de gestión de cítricos