El tema es recurrente durante las últimas semanas, pero me permitirán que siga hablando de él. Desde que el pasado 30 de junio la conselleria de Agricultura, Medio Ambiente, Cambio Climático y Desarrollo Rural convocase primero al sector y después a los medios de comunicación para informar sobre la confirmación de un positivo por Xylella fastidiosa en Guadalest, se han producido una serie de noticias y reacciones que requieren de una reflexión pausada.

Hablemos en primer lugar de las reacciones. El «ébola del olivo», la «bacteria asesina», causa «terror en el olivar» porque se trata de una «plaga mortal», «letal», «que arrasa», lo que la convierte en una amenaza «mortífera», sin cura. Los entrecomillados proceden de diferentes artículos, noticias y declaraciones escuchadas y leídas en los medios durante los últimos días. Sinceramente, sería más recomendable que dedicásemos nuestros esfuerzos a combatir la bacteria y frenar su expansión que a calificarla de la forma más alarmista que se nos ocurra. Se puede hacer pedagogía, divulgación y transmitir tanto a las Administraciones como a la sociedad en general la importancia capital que tiene el tema para el sector sin vaticinar el fin del mundo.

El brote, bajo control

De momento, no estamos haciendo las cosas tan mal. La parcela afectada llevaba tiempo monitorizada por el Servicio de Sanidad Vegetal y el positivo se ha confirmado en un momento en el que la afección está muy localizada. Tras ello, la conselleria ha optado sin titubear por la erradicación del foco detectado, mediante la destrucción del material infectado o potencialmente hospedante en un radio de 100 metros alrededor del punto de detección. Esto no se hizo en Italia en 2013 o en Baleares el año pasado, con nefastas consecuencias. Mientras no tengamos cura, habrá que actuar con contundencia, reforzar la vigilancia e incrementar los recursos destinados tanto a la realización de análisis como a la investigación.

Por supuesto, la cuantía de las indemnizaciones a los agricultores afectados también debe ser adecuada. Primero, para compensar la pérdida de material vegetal y de capacidad productiva, tanto en este momento como en los próximos años. Y segundo, para generar confianza en los agricultores y contar con su plena colaboración a la hora de informar de situaciones anómalas que puedan conducir a la detección temprana de otros focos. Nos jugamos mucho en este tema, y necesitamos que todos los agentes implicados estén subidos al mismo barco y plenamente concienciados de la importancia de lo que nos estamos jugando.

Presidente cooperatives agro-alimentaries