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Opinión

Comunicar en las dos realidades

En enero de 2011 llegó el movimiento de la Primavera Verde en Egipto con una web 2.0 a punto de madurar

En enero de 2011 llegó el movimiento de la Primavera Verde en Egipto con una web 2.0 a punto de madurar. Aún no habían crecido piezas importantes como Whatsapp, Instagram o Pinterest. Snapchat y otras no habían nacido, pero los grandes ya se habían instalado en los móviles - cerca de siete mil millones- de todo el mundo: Twitter, Facebook y Youtube. Su crecimiento era exponencial, nunca se había visto nada igual en el mundo. La revolución digital estaba en marcha.

Las tres redes ya habían conseguido unos guarismos de vértigo, Obama basaba ya la campaña en las redes, sobre todo en la red del pajarito, de forma que marcaría las futuras campañas electorales, Facebook ya tenía tantos seguidores que podrían llenar un continente y cada día se publicaban y se veían vídeos en Youtube en cifras imposibles de asimilar.

El empujón que recibió en las redes la revolución árabe, -llamada en su momento de Facebook- fue tal que todos creímos que a ello se debió el éxito y la movilización. Años después hay muchas voces que están revisando esa opinión, la de adjudicarle el resultado a las redes sociales.

Desde luego lo que sí es cierto es que, por primera vez y de una manera palpable y con consecuencias políticas y sociales, se unieron en un mismo plano la realidad física y la realidad virtual. Las calles y la plaza Tharir llenas de gente se fundían con los mensajes y seguimientos masivos de la revuelta en internet. La convergencia expresaba un nuevo mundo, la mixtura de lo real y lo virtual.

Conflicto social

Lo hemos visto, lo estamos viendo en el conflicto social y político desatado con el desafío independentista. Igualmente se han desplegado ambas comunicaciones: la calle y el móvil han sido el escenario de la batalla propagandística. Las imágenes de las manifestaciones, de las policías han ido y venido desde el asfalto al dispositivo móvil con la instantaneidad de las nuevas tecnologías. Eso si, el conflicto está siendo también de campo de trabajo inestimable y apreciable de «trolls» (identidades falsas que se dedican a provocar) y «bots» (programas multitarea supercapaces de mantener diálogos automáticos en la red). Algunos medios tradicionales se han mofado, quizás porque no pillaron ese bocado informativo a tiempo, de la «supuesta» para ellos irrupción de los piratas informáticos rusos, pero los grandes sí que han sufrido la maldad de las «cámaras de eco» en la red y admiten sus efectos en la opinión pública y Google ha sido el último en reconocer que ha sido víctima de los «trolls» rusos.

Con los años, el mundo del marketing y la comunicación corporativa ha empezado a explorar y a explotar esta convergencia de planos y pocas son las campañas publicitarias que no unen ambos. Ya nada - comunicación corporativa, publicidad, propaganda, política? -se concibe sin atender los medios sociales y los tradicionales a la par dado que cada uno aporta sus propias características. Los unos, con la capacidad de segmentación y control del impacto del mensaje y los otros, con la universalidad e influencia masiva.

Aun así, como dice el clásico, esto no quedará así.

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