Esta semana se ha celebrado en Lisboa el Web Summit, el mayor evento de tecnología y startups de Europa, en el que he participado como ponente. El evento abrió con la ponencia del prestigioso científico Stephen Hawkings. El científico centró su ponencia en el futuro y la revolución que va a representar la llegada de la inteligencia artificial, que puede ser «lo mejor o lo peor» que le suceda «a la raza humana», aunque se confesó «optimista». Hawkings defendió que la inteligencia artificial puede ser para el bien del mundo y puede funcionar en armonía con nosotros. Pero el científico advirtió de los peligros que conlleva, cómo identificarlos, aplicar la mejor actuación posible y prepararnos para sus consecuencias con bastante antelación.

Hawkings advirtió del desarrollo tan rápido que están teniendo la tecnologías como la inteligencia artificial o la robótica. Y cómo esto, para él y el resto de la comunidad científica, no cabe duda de que a medio y largo plazo las máquinas van a tener mayores capacidades que los humanos. Con este planteamiento, el problema no es tanto, desde su punto de vista, si vamos a ser sustituido por las máquinas, sino si vamos a ser sustituida la humanidad en su conjunto por las máquinas. Hawkings alertaba sobre la importancia de trabajar desde hoy en desarrollar los mecanismos necesarios para conseguir que las máquinas y la inteligencia artificial trabajen para nosotros y no para sustituirnos y relegarnos a un segundo plano.

Claro que el debate está servido. Otros expertos ponen más el acento en el uso que pueden hacer los humanos de las máquinas y la inteligencia artificial. Bryan Johnson, actual CEO de Kernel, se muestra más preocupado por el daño que puede hacer un humano con el mal uso de la inteligencia artificial. Una persona con unos pocos conocimientos, accediendo a internet, puede generar un virus que pueda acabar con cientos de personas o un arma química o un arma hasta nuclear. En este caos, el experto pone el acento en el peligro que puede representar la mente humana frente a la inteligencia artificial. A partir de ahí, Kernel plantea la integración de la tecnología con el cerebro humano. En este caso, el tema no es tanto la inteligencia artificial como esas mentes humanas que se pueden convertir en potencialmente destructivas.

¿Cómo se podría solucionar esto? Sería fácilmente corregido con tecnología alrededor del cerebro que fuera capaz de estimular y potenciar el cerebro humano más allá del potencial actual. El trabajo que queda por hacer es la interacción y desarrollo, trabajar e investigar para que el cerebro humano se expanda y tenga más capacidades y habilidades de las que tiene. Y por tanto, ya no seríamos sustituidos por las máquinas. Nuestros cerebros nos llevarían a un estadio similar al de la inteligencia artificial. Seríamos más listos que la misma inteligencia artificial.

Estamos, pues, ante la disyuntiva de si realmente queremos que alguien juegue con nuestros cerebros. De si queremos estar conectados a una máquina que puede ser manipulada o hackeada o tener un defecto que afecte a los miles de personas que lo poseen.

Está claro que con el escenario de Stephen Hawkins, tenemos que adaptarnos y evolucionar de una forma más rápida.

La duda ya no es si es posible que la Inteligencia Artificial se imponga, sino realmente si debemos, necesitamos y queremos hacerlo.