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Opinión

Cuidado con las emociones

El acervo popular ha acuñado el estereotipo del ser humano racional versus al emocional, y se ha asumido que existen ámbitos de nuestra vida claramente racionales y otros más bien emocionales

El acervo popular ha acuñado el estereotipo del ser humano racional versus al emocional, y se ha asumido que existen ámbitos de nuestra vida claramente racionales y otros más bien emocionales. Y que la economía se decanta por el primero. Sin embargo, no es así.

Tanto es así que algunos economistas vienen preconizando que la economía no es una ciencia exacta por la sencilla razón de que las decisiones que la mueven no son siempre racionales. Sin embargo, la mayoría de los economistas ha defendido que nadie sería capaz de actuar en contra de su propio dinero. Esta corriente mayoritaria ha imperado hasta que a finales del siglo XX tomó forma la llamada economía cognitiva o del comportamiento.

Este año, el premio Nobel de Economía ha recaído en Richard H. Thaler, que con sus estudios ha demostrado que las decisiones económicas no siempre obedecen a criterios racionales y que en ellas entran en juego variables psicológicas.

En ese sentido, a menudo recuerdo una entrevista al profesor Paolo Legrenzi, estudioso de los efectos de la psicología en la gestión del ahorro. En la entrevista, el autor del libro Por qué las personas inteligentes cometen estupideces explicaba que las emociones, que son el motor de nuestra vida, no actúan igual en todos los campos vitales. El miedo, el entusiasmo y el arrepentimiento nos juegan malas pasadas y son enemigos de la inversión, pues nos inducen a tomar decisiones erróneas. Así, el miedo en momentos bajistas nos lleva a vender, mientras la euforia en los momentos alcistas nos conduce a comprar, lo que merma la rentabilidad de nuestras inversiones.

El profesor de psicología deja claro que, en contra del dicho popular, de los errores no siempre se aprende. Y es así porque los hay de dos tipos: los que se derivan de la falta de conocimiento, que se enmiendan con la experiencia, y los que se producen por el funcionamiento de la mente. Estos son sistemáticos porque siempre se repiten.

Legrenzi no duda al afirmar que la mejor herramienta para contrarrestar los errores sistemáticos es apoyarse en alguien capaz de ver las cosas con distancia, con objetividad. Y ahí entran los asesores financieros, que, al no trabajar con su dinero y gracias a su conocimiento de los mercados, son capaces de resistir los embates de miedo y de la euforia. Siguen disciplinadamente el plan trazado con el cliente y son capaces, gracias a la confianza ganada con el tiempo, de evitar que el cliente ceda a sus emociones.

¿Siempre se ha preguntado por qué hay que apoyarse en un asesor financiero? Esta es la explicación.

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