Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Opinión

Edad y tránsito generacional

Las personas no tenemos una única edad, sino muchas y variadas

Las personas no tenemos una única edad, sino muchas y variadas. La cronológica, la biológica y la afectiva ¿Cuál es real? Todas y ninguna. Este es uno de los primeros problemas que debemos lidiar durante la transmisión de un negocio familiar, la edad y su impacto en nuestras emociones. La edad cronológica es la más objetiva para el mundo, pero la menos real para quien la percibe, porque solo es objetiva cuando empieza a impactar en nuestros afectos y esto no siempre ocurre de forma inmediata. La edad biológica es la del estado de nuestro organismo, algunos van por delante y otros por detrás, porque existe disonancia entre la edad y su impacto en el cuerpo, algunos lo tienen mas joven y otros más envejecido, dependiendo del uso que hayan hecho del mismo.

La edad afectiva es la más subjetiva pero es la única que nos aporta realidad, porque determina la edad percibida. Es la que suele determinar nuestra forma de operar. La edad afectiva es la que percibimos y esto tiene mucho que ver con nuestro estado de ánimo, con la forma en la que percibimos el mundo y con nuestras actitudes vitales. Hay personas que siendo viejos son más dinámicos que muchos jóvenes y algunas personas nacieron vieja. Francis Bacon decía que un «hombre joven en años puede ser viejo en horas si no ha perdido el tiempo». Solemos tener disonancia entre la edad biológica, la cronológica y la afectiva, lo que suele provocar problemas durante el tránsito generacional, que no es más que un proceso de nuestro propio Tránsito Personal. Georges Clemenceau decía que «no hay propiamente edad de la vejez. Se es viejo cuando se comienza a actuar como viejo».

Los seres humanos no siempre constatamos el paso del tiempo y sobre todo, el impacto que provoca en nuestros afectos. Nos hacemos mayores cuando nuestros afectos lo perciben, no antes, porque el ser humano normal tiende a perpetuarse, a aferrarse a la vida y, por ende, no busca la vejez, aunque diga que la desea. Pasamos años sin percatarnos de la edad, haciendo las mismas cosas de siempre. Sin embargo, un día actuando como siempre, nos damos cuenta de que físicamente ya no podemos hacer lo que antes hacíamos. Nuestra primera reacción es culpar a la enfermedad y buscar remedio en las medicinas. Todo lo que me pasa es porque estoy débil, me debo tomar un reactivo que me devuelva a la normalidad. ¡Nadie cojea porque se ha hecho viejo, lo hacemos por culpa de la enfermedad! Culpamos a un agente externo de es situación. No aceptamos la normalidad que se deriva de la edad.

La segunda reacción es acomodarnos a la edad sin aceptarla. Sin aceptar la coyuntura vamos acomodando nuestra existencia a la edad biológica. Tendemos a trabajar menos, caminamos más despacio, tenemos menos energías para asumir nuevas realidade. Aunque digamos lo contrario, estas disminuciones van impactando en nuestros afectos. Por esta razón, las multinacionales no contratan como ejecutivos a los mayores de 55 años. A pesar de los pesares, el cuerpo aguanta y tendemos a hacer lo de siempre. Sin embargo, un buen día aparecen acontecimientos que nos inyectan dosis de realismo y gracias a ellos, vamos acercando las diferentes edades hasta unificarlas: un accidente doméstico que nos posiciona ante la evidencia de nuestra edad cronológica; nuestros hijos, los herederos, nos sitúan ante nuestra realidad empresarial cuando constamos que gestionan el negocio mejor que nosotros. Un gran número de herederos no se percatan de la importancia que tienen los resultados para jubilar al fundador. Son estas cosas las que impactan en los afectos del fundador y producen un doble efecto, percatarse de su edad y comenzar a despedirse de la empresa y del mundo.

El proceso de transmisión de un negocio familiar debe ponderar las diferentes expresiones de la edad y utilizar la bonanza de la gestión del sucesor para que el fundador se percate de su edad cronológica y, por ende, ceda la potestad a quien ha demostrado tener las capacidades necesarias para resolver el presente y el futuro de la empresa familiar. Y este proceso se debe desarrollar de manera armoniosa, implacable y teniendo muy en cuenta las diferentes etapas marcadas por la edad.

Compartir el artículo

stats