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Opinión

Reconversión inminente

Los viveros fueron agentes claves en la reconversión que en los años 70 tuvo que realizar la citricultura española para protegerse de un virus, el de la tristeza, que ame­­­nazaba su su­pervivencia

Los viveros fueron agentes claves en la reconversión que en los años 70 tuvo que realizar la citricultura española para protegerse de un virus, el de la tristeza, que ame­­­nazaba su su­pervivencia. Aquella necesaria transición entre el pie amar­go y los tolerantes vino acompañada del desarrollo de un eficaz sistema de saneamiento y certificación de plantones, de ais­la­miento fí­sico de estas instalaciones de las plantaciones comerciales y de la técnica del microinjerto. Así se logró aportar ma­yores garantías fitosanitarias a la expansión de la citricultura que hoy co­no­ce­mos. El modelo crea­do ha sido fuente de inspiración para el resto de ci­tri­cul­tu­ras ame­na­zadas, que ahora son las mediterráneas. Hoy, sin em­bar­go, determinadas bac­te­rias obli­gan al colectivo de viveristas a una nueva re­con­versión y a buscar nuevos referentes. El más cer­cano lo tendremos en breve, bien cerca, en Portugal.

El país vecino, acuciado por la expansión de la Trioza erytreae, ya ha aprobado las condiciones en las que sus viveros de cítricos tendrán que operar para ser considerados co­mo libres de este in­­secto y por tanto no sufrir las restricciones que se han im­pues­to para frenar su expansión. El vec­­tor de ésa temida bacteria sin cura que ha arra­sa­do las producciones de Florida, Brasil, bue­na parte de China y que amenaza con hacerlo en California o Ar­gen­tina -la que pro­vo­ca el HLB o Citrus gree­ning- se encuentra a pocos kilómetros de la mayor concentración lusa de es­­tos centros de mul­­tiplicación, ubicados mayoritariamente en Coímbra. Y como ya ha ocu­rri­do en todas las la­ti­tudes citadas, los productores portugueses de patrones, plantones y varetas cer­­­­­tificadas que se ubiquen en la zona demarcada ten­drán que aislar, olvidarse del cultivo al aire li­bre e implementar las me­di­das de bio­se­gu­ridad ahora exigidas por las autoridades por­tu­guesas y eu­ropeas.

¿Qué ocurre en nuestro país? Pues que no más de 5 o 6 de los 11 grandes viveros españoles han abordado en todo o par­­­te esta reconversión. De los más pequeños, con estructuras familiares y pro­duc­ciones humildes, la mayoría con­cen­tra­dos en la zona limítrofe entre Castelló y Ta­rragona, que sumarían has­ta llegar a los 37 que están cer­tificados en la Comunitat ninguno ha protegido su producción. Por no men­tar a los más de 100 que trabajan con rutáceas sus­­cep­tibles de portar el vector o la bacteria del HLB, que obviamente tampoco. Sería op­ti­mista decir que sólo el 30 % de la pro­duc­ción nacional de ma­terial certificado de cítricos está hoy bajo este tipo de cu­bier­tas, necesarias para garantizar la asepsia no sólo frente a bac­te­rias como el HLB -aún no pre­sente- sino tam­bién contra otras tan cercanas como la Xylella -contra la que se lucha en Ali­cante, con 106 casos positivos-. A comienzos de 2015, al poco de confirmarse la Trioza en Portugal y Galicia, la Conselleria de Agri­­­cultura ya planteó la necesidad de «encontrar financiación» para tal re­con­ver­sión. Los vi­ve­ros hace lustros que no son el negocio floreciente que fueron y ne­ce­si­tan ayuda. Habrá que bus­­carla.

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