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Tierra de clústeres

La C. Valenciana cuenta con una quincena de agrupaciones empresariales concentradas geográficamente, desde la cerámica al calzado, herederas de sus sectores tradicionales. Son una alternativa competitiva para el tejido de pymes frente a la gran empresa, pero patronales y expertos reclaman a la administración que cree nuevas estructuras para que toda la política industrial pivote sobre los clústeres

Tierra de clústeres

En Ontinyent, el empresario textil Càndid Penalba (Cotoblau) todavía recuerda la visita de unos consultores catalanes hace veinte años, cuando la competencia china aún no había arrasado con este sector altamente concentrado en las comarcas del Comtat, Vall d´Albaida y l´Alcoià. «Vinieron a Ateval -la patronal sectorial- a mostrarnos la potencialidad que tenía el textil. Nos dijeron que formábamos un clúster. Nadie había oído hablar nunca de ello».

De aquellas reuniones salió una iniciativa típicamente clusteriana impulsada por el propio Penalba: un consorcio de cuatro pymes que desarrollaban productos complementarios con el objetivo de crear sinergias para exportar. Y poco más.

Hoy, tras el derribo del sector que provocó la competencia china, revive un clúster con la relación engrasada entre empresas, instituto tecnológico (Aitex) y administración. El sector ha dejado de destruir tejido, cuenta con 1.379 empresas, emplea a 22.695 personas y vende por valor de 1.975 millones. Las empresas se han adaptado a grandes clientes como Ikea, Zara o Mercadona, y se está reorientando a la especialización con inversión tecnológica.

Un camino «de la desindustrialización a la neoindustrialización», en palabras de José Antonio Herce, de Analistas Financieros Internacionales (AFI). La industria valenciana, marcada por un tejido empresarial de pequeña y mediana empresa, ha encontrado en la figura del clúster una vía competitiva para el desarrollo económico alternativa a las grandes empresas y la inversión extranjera. Cooperar para competir.

Un clúster es, en definición del economista Michael Porter, la concentración geográfica de empresas e instituciones interconectadas que actúan en determinado campo. La adaptación a la realidad valenciana ofrece algún matiz. Para el catedrático de Organización de Empresas de la UJI, Francesc Xavier Molina, sería la unión en un territorio limitado de empresas especializadas en un sector productivo así como firmas auxiliares; capacidad de generar valor; arraigo en el territorio; presencia de pymes y con un entramado institucional que es «parte activa» en el desarrollo del clúster.

Y la Comunitat Valenciana tiene unos cuantos de esos. Es, en realidad, cuna tradicional de este tipo de organizaciones. Existían antes incluso de que los propios empresarios lo supieran.

València: de los sectores tradicionales a los quince clústeres. Alta concentración geográfica, tecnología y diversidad productiva. Es el caso de la cerámica, un auténtico distrito industrial concentrado entre Alcora y Borriol, Onda, Nules y Castelló. Esta pequeña área agrupa el 80% de las 146 empresas españolas fabricantes de azulejo, emplea a 15.000 personas y factura más de 3.300 millones. O el automóvil, con el clúster surgido en torno a Ford y que agrupa en AVIA a empresas metalmecánicas, de plástico, servicios, logística o envase.

Son dos de los ocho clúster que ahora mismo reconoce el Ministerio de Economía. El de la Automoción, Envase y Embalaje, productos para la infancia (Asepri), Textil, Calzado, Energía, Juguete y Hábitat (muebles y afines) cuentan con la etiqueta de Agrupaciones Empresariales Innovadoras (AEI), que favorece la participación en proyectos de innovación estratégicos financiados por las administraciones públicas.

La Comunitat Valenciana es la autonomía española con un mayor número de clústeres tradicionales. Un reciente informe de CaixaBank Reserach habla en realidad de una quincena de estructuras industriales propias, casi herederas naturales de los sectores de toda la vida. Y lo exhibe como la vía de la pyme valenciana para sobrevivir entre leones.

«Los principales sectores productivos cuentan con potentes estructuras asociativas que han encontrado en los clúster una herramienta para superar las limitaciones de la atomización o el minifundismo empresarial (particularmente en sectores manufactureros tradicionales) donde las pymes pueden implementar estrategias de innovación e internacionalización, imprescindibles para su viabilidad».

«Clusterizar» la política industrial. ¿Pero está realmente engrasada la política de clúFster? ¿Qué papel juega la administración y como mejorarlo? El profesor de la UJI Molina Morales pone el punto de vista crítico. «En el textil, la cerámica, el zapato... existen asociaciones empresariales, universidades, centros de investigación... pero no existe una unidad, una coordinación que englobe a todos ellos».

Molina acaba de publicar el libro Un model productiu des del territori. Cap a la clusterització de la economía valenciana (Nexe, 2017), en el que interpela directamente a la administración valenciana a identificar nuevos clústeres y considerarlos a ellos, ni siquiera al sector, como la «unidad de intervención pública».

El autor ha investigado las experiencias de los países nórdicos, italianos y en España los casos vasco y catalán, donde las consejerias elaboran desde los años 90 el mapa de posibles clústeres y en torno a cada uno de ellos legisla, crea programas específicos y elabora instrumentos para dirigirlos.

Siguiendo el modelo catalán y bajando al terreno práctico, Molina propone partir del entramado actual de instituciones vinculadas a la política industrial, o crear nuevas estructuras organizativas dependientes de la administración para coordinar las políticas de clusterización. Cita el ejemplo de organismo impulsados por el Govern, como el Centre Internacional per la Competitivitat, la European Foundation for Cluster Excellence o la xarxa de clusters practitioners.

«La administración está haciendo cosas, pero de forma parcial. Hay planes de competitividad que hablan de sectores, pero no hay ni siquiera una documentación precisa. Podemos saber lo que factura Ford, pero de la cerámica solo conocemos la información de los miembros de la patronal Ascer. No hay una mirada global». Es decir, que existe el clúster como realidad económica pero no como una entidad organizativa vertebrada. Es la propuesta de Molina: crear unidades de gestión en las que intervengan todos los actores de un sector y que marquen la política industrial.

La Generalitat, regreso a los ochenta. Júlia Company, la directora general de Instituto Valenciano de Competitividad Empresarial (Ivace), reivindica los pasos de la Conselleria de Economía para retomar esta senda que ya se exploró en los ochenta. «La Dirección General de Industria ha hecho un plan de industrialización y lo ha hecho desde la perspectiva clúster», defiende Company. Cita iniciativas como dejar a cero los 40 millones de deuda que tenían los centros tecnológicos tras la época del PP.

Pero lo cierto es que en estos momentos no existen órganos de coordinación entre los clúster. «Faltan sinergias entre institutos tecnológicos, patronales y universidad». «Es una alternativa viable, posible y relativamente fácil de implantar». Entre los retos que se marca Company para la segunda parte de la legislatura aparecen elaborar una regulación adecuada y ayudar a profesionalizar los cuadros de dirección de los clúster.

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