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Opinión

Negocio, familia y modelos

La estabilidad en los negocios familiares no la aporta el afecto si no el modelo de relación familiar

La estabilidad en los negocios familiares no la aporta el afecto si no el modelo de relación familiar. Los problemas se evitan gestionando de manera racional las variables familiares que impactan en la gestión. Luego vendrá el amor, primero la racionalidad en el modelo y luego el afecto. No al revés y sobre todo nunca el afecto solo porque este se diluye, se corroe y se malogra como consecuencia de una mala relación sustentada con parámetros de relación que no son de este mundo. ¿Cómo es posible que un empresario repita los mismos errores tópicos de la empresa familiar cuando ha sido un ejecutivo eficaz, lo han instruido sobre los problemas de las empresas familiares, ha podido conocer de cerca conflictos familiares en empresas de su entorno y que tiene suscrito un protocolo familiar?

No se reconoce que ciertos comportamientos aparentemente ilógicos son coherentes, porque son naturales. O lo que es lo mismo, que no se pueden controlar porque forman parte de la naturaleza del ser humano. Y por tanto, no se puede acordar un pacto a futuro que no aportará valor operativo alguno, porque la realidad no se puede trasladar dado que las emociones futuras son imprevisibles en el tiempo presente.

¿Cómo ve la jubilación un empresario comprometido con su trabajo?. A los 55 años percibe la jubilación como un acto de vida: es el merecido descanso. Sin embargo, a los 65 años la percibirá como un acto de muerte, motivo porque que tenderá a aferrarse a la vida por medio del trabajo. Sobre todo, cuando se ha mezclado trabajo y vida, con un fuerte compromiso personal y patrimonial. Por tanto, su tendencia no será salir, si no permanecer en la empresa aferrado al trabajo.

El proceso de organización familiar no suele preparar a sus miembros para los escenarios críticos. Lo que genera un grave problema. La literatura está repleta de frases prefabricadas que pretenden sustentar la unión en los afectos? Pretenden trasladar a la empresa los ingredientes que mantienen unida a una familia. Sin embargo, esos ingredientes siendo adecuados, no son relevantes, porque el aporte de valor se sustenta en el Modelo que regula la interacción de la familia con la empresa, no tanto en la fraternidad familiar. La empresa familiar la debemos preparar para lo peor, no para lo mejor. Y por ende, debemos tener en mente escenarios naturales, no los deseados, si no los previsibles.

Que el asunto familiar no es un problema de los padres si no de los hijos, que son los que entorpecen y dificultan el proceso de relación familiar. Que los fundadores no se jubilan solos, si no y sobre todo, que hay que empujarlos desde la mejora en la gestión y los resultados. Que los hermanos no se van a fiar del sucesor hasta que demuestre que les aporta más valor que el fundador. Que no todos los hermanos van a tener el mismo interés por la empresa, que cada uno tendrá el suyo, motivo por el que se debe contar y darle a cada miembro de la familia compensaciones acordes con sus contribuciones al negocio. Lo contrario es letal. Que el riesgo del conficto existiría siempre, motivo por el que deben acordar el principio de la separación. Que el protocolo familiar no es el objeto si no el instrumento que sustenta el acuerdo y, por ende, el asunto va de pactos, no de documentos.

Lamentablemente los procesos de desarrollo no parten de estos supuestos, si no de los contrarios, de escenarios idílicos en los que se tiende a confundir el deseo con la realidad. Debemos preparar a la familia para el conflicto no para la paz, porque esta última solo está en los cementerios.

No reconocemos que el modelo aporta el factor clave del éxito y el afecto el complemento necesario. Y no al revés. La clave está en el modelo, no en los afectos. El modelo debe preparar a la empresa para albergar en su seno a personas normales: a seres humanos que tienen los mismos sentimientos, dudas, miedos, fortalezas y debilidades que tienen el resto de las personas que conforman la empresa familiar. No debemos proteger a nuestros hijos diseñando modelos de gestión adhoc que solo son adecuados para los seres angelicales, para los hijos de la virtud, para lo que nos gustaría que fueran y no son.

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