Hemos vivido unos días de noticias sobre barómetros interesantes. Empezando por el que dio a conocer el Consell sobre el estado de opinión de los valencianos sobre sus problemas e inquietudes y también, claro está, sobre política.

Miguel Ángel Sánchez, subdirector de este diario, señalaba el lunes cómo el barómetro de la Generalitat Valenciana reflejaba el poco tino que tienen los gobernantes a la hora de abordar sus políticas y la inquietud real de los valencianos... y valencianas, más preocupados por el paro, sanidad, educación y corrupción que por otros items de la agenda oficial. Acertada observación que alguien atribuirá a una aviesa intención y no a una simple mirada lógica a los resultados.

Nada nuevo bajo el sol, al fin y al cabo. Más de lo mismo.

A mi, no obstante, la que más me sorprendió y no por esperada fue la que como cada año da a conocer la consultora Eddelman, después de encuestar a más de 33.000 personas en 28 países. En Davos y luego en el Caixa Forum de Madrid a principios de febrero, el mismísimo Richard Edleman se dejó caer para explicar los resultados de su esperado Barómetro de Confianza 2017 en un acto organizado por Corporate Excellence-Center for Reputation Leadership, la Cámara de Comercio de EE UU y Dircom. Los resultados han caído como un auténtico jarro de agua fría sobre las instituciones que tradicionalmente analizan el reputado sondeo: gobiernos, empresas, medios de comunicación y ongs.

Mucho menos, todo hay que decirlo, para las empresas, pero en general y globalmente, como dice el informe, se ha registrado un colapso masivo de la fe en las instituciones, sobre todo en Estados Unidos, algo que realmente ha empezado a preocupar más allá del debate entre las noticias falsas y las verdaderas.

Y, más que nada, se certifica el derrumbamiento de la prensa.

Llegaba, oh coincidencia, en medio del estreno en España de la película «Los archivos del Pentágono», de Spielberg, en la que se cuenta cómo los diarios americanos, en concreto The Washington Post, echaban un pulso al todopoderoso gobierno de los Estados Unidos, que puso toda su maquinaria para evitar que se conociera cómo se mantuvo al ejercito americano en Vietnam durante años y ante una derrota segura.

La peli, ya lo saben, es de esas de épica periodística que a algunos nos emociona, yo diría que nostálgica e ingenuamente, y a otros les importa un bledo. Era de cuando importaba la verdad.

En los tiempos de Nixon no existía la consultora Edelman, pero lo que arroja ahora mismo el barómetro es la caída brutal de la confianza de la sociedad en los medios de comunicación, enredados en el maremoto de las noticias falsas, que van y vienen sin control y sin filtro en las redes sociales, en las webs inventadas para fines determinados, en los perfiles falsos...

A nivel mundial, los medios de comunicación son la institución en la que menos se confia, efectivamente. En España, en concreto, según contó el director general de Eddelman- Madrid, Jordi Barrera, los españoles tienen más confianza, por este orden, en las ONG (64 puntos), seguidas de las empresas (53 puntos) y, luego, los medios (46 puntos) para cerrar el ranking el gobierno, cómo no y recuperándose, con 39 puntos.

Los encuestados españoles valoran las siguientes razones para dar su opinión, cruel en mi opinión, sobre los medios de comunicación de masas: actúan mas por negocio que por su función social de identificar lo relevante y controlar al gobierno, sacrifican la calidad en pos de la rapidez y no son independientes de opciones políticas.

Pero a todo ello, que puede formar parte de la trayectoria de la información, se añade el caos para las audiencias, porque el 63% de los entrevistados están convencidos de que un lector, un oyente o un televidente normales no tienen capacidad para discriminar entre una noticia falsa y una verdadera, con lo que el problema es aún mayor, más profundo, capaz de generar desánimo social porque el 77% de los españoles dice que las informaciones falsas o desvirtuadas o descontextualizadas que se transmiten pueden tener «efectos demoledores en el sistema».

Y ahora viene la brecha importante. Una brecha que no se toca con los dedos pero que existe de una forma muy influyente en las relaciones sociales: los ciudadanos no confían en la prensa por las diferencias que hay entre un grupo elitista que posee más información y que no la comparte. Lo que he dicho toda la vida, una división apreciable: los que leen y los que no leen. Pero ahora hasta los que no leen desconfían de los que suministran la información.

Para el mundo empresarial, no obstante, la buena noticia es que se incrementa el nivel de confianza en las empresas, con lo que las compañías están llamadas a ser una fuente de información de primer nivel, ya que sus portavoces, tanto el CEO, como los empleados y otros grupos de interés son fiables para la mayoría de la sociedad: un 76%. No hay que olvidar que la confianza es rentable.