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Así es tío Tungsteno, el emprendedor

Tío Tungsteno era « una persona al mismo tiempo intelectual y práctica, no era un químico 'puro', era también un empresario. Era un fabricante que vivía moderadamente bien, pues sus bombillas y tubos de vacío tenían buena salida, y eso le bastaba. Siguió siendo un amante de los metales y los materiales, igual que al principio». Así describió Oliver Sack, el famoso neuropsiquiatra, con detalle, pasión y añoranza, la vida de su tío. Tío Tungsteno era lo que hoy llamamos un emprendedor, una persona que genera productos y servicios innovadores, que es capaz de crear valor identificando oportunidades, que aprovecha a través, entre otros factores, de su propio ingenio, el cual utiliza principalmente para compensar la falta de recursos.

En consecuencia, su importancia para las economías de los países es clave, en primer lugar, porque, al poner en marcha sus proyectos, los emprendedores fomentan el empleo, a la vez que contribuyen a aumentar los ingresos públicos. Tampoco debemos olvidar su papel en el impulso a la innovación, de forma que, mediante la creación de nuevos productos y servicios, hacen a las sociedades menos dependientes de las tecnologías y de los sistemas más obsoletos. De ahí la obstinada preocupación por alentar el espíritu emprendedor en las sociedades actuales.

No obstante, dicha labor no es en absoluto fácil. ¿Por qué? En primer lugar, porque convertirse en un emprendedor de calidad requiere un duro y largo proceso de aprendizaje, que comienza en la cuna. El emprendedor de éxito se caracteriza por un fuerte deseo de mejorar los resultados de sus actuaciones y de sentirse responsable de ellos, confían en sí mismos para controlar su destino, se muestra vehemente ante el reto de romper el statu quo subyacente, entre las más relevantes características de su personalidad. Como tal, su aprendizaje comienza en el hogar, en los inicios de la vida en familia. El espíritu emprendedor continúa desarrollándose en su seno durante la infancia y la juventud.

La solución familiar ha funcionado durante años. De todos modos, vulnera el principio de igualdad de oportunidades: no todos se han desarrollado en un entorno con dichas características. Desde un punto de vista más práctico, si el espíritu emprendedor es escaso, se requieren mecanismos que detecten y fortalezcan las capacidades emprendedoras en la sociedad. Por ambas razones, enseñar a emprender se ha convertido en un objetivo fundamental de las instituciones públicas.

Así, el Ministerio de Educación ha establecido el sentido de la iniciativa y el espíritu emprendedor como una competencia que debe fortalecerse desde las primeras etapas de la educación. Esta incluye la capacidad para reconocer las oportunidades en las actividades personales, profesionales y comerciales, la comprensión de las líneas generales que rigen el funcionamiento de las sociedades o el diseño de una postura ética en las organizaciones. En segundo lugar, incluye destrezas o habilidades esenciales, entre las que se encuentran la capacidad de análisis, la capacidad de adaptación al cambio y a la resolución de problemas, el pensamiento crítico y el sentido de la responsabilidad o la autoconfianza, por citar alguna de las más relevantes. Finalmente, exige el desarrollo de algunas actitudes y valores, como la predisposición a actuar de una forma creadora. Tarea de una sociedad viva es evaluar en qué medida los centros educativos responden a esta demanda ministerial.

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