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La fiebre del bitcoin

La fiebre del bitcoin

el pasado noviembre, tras la cena de acción de gracias en Estados Unidos, las conversaciones sobre el bitcoin corrieron como la pólvora y llenaron muchos titulares sensacionalistas de prensa. Todos escuchamos la historia del adolescente alemán que se había hecho millonario en 5 años invirtiendo el regalo de su abuela en bitcoins, o la familia neozelandesa que tras vender su casa y ponerlo todo en bitcoins han vivido por todo el mundo y, además, sus ahorros se han multiplicado. El caso es que esta fiebre por el bitcoin hizo que la cotización se disparase desde finales de noviembre hasta finales de diciembre, subiendo desde los 7.000 hasta rozar los 20.000 dólares, cuando muchos empezaron a recoger beneficios. Esta situación, acompañada por noticias adversas, generó el pánico entre los recién llegados. Actualmente cotiza en 10.000 dólares.

Pero, no todo es bitcoin. ¿Qué hay detrás de esta revolución y por qué atrae a tantos inversores? El bitcoin se sustenta sobre la tecnología blockchain, que es simplemente una base de datos secuencial, como los libros de cuentas o el registro de la propiedad que en lugar de hojas cuenta con bloques de memoria (de ahí cadena de bloques) y que se almacena simultáneamente en multitud de ordenadores. Por ese motivo, nadie puede cambiar un dato o transacción pasada ya que no cuadraría con todas las demás copias, incluso con las que están apagadas en algunos momentos. Esta tecnología se ha demostrado de gran utilidad en cadenas de valor y producción con varios intervinientes. Es el caso de la cadena logística donde Maersk, de la mano de IBM, ya la ha implementado, o en trazabilidad de productos, como en el caso de Walmart.

Por todo ello, más allá de invertir en bitcoin como si fuese el nuevo oro 2.0, la tecnología despierta el interés de emprendedores, corporaciones, inversores y gobiernos. A nivel inversor se han generado fondos específicos de criptomonedas. Pero además, hay fondos interesados en descubrir cuáles serán esos futuros crypto activos que pueden subir como la espuma y convertirse en nuevos valores de referencia, invirtiendo en las salidas al mercado (ICO en el argot). Sería como invertir, salvando las distancias, en chicharros que acaban de entrar en mercados alternativos bursátiles, pero todavía con menos información. Finalmente, podríamos también clasificar algunos fondos, que invierten en los proyectos, en la tecnología blockchain, del mismo modo que los venture capital hacen con las startups, pero asumiendo aún más riesgo. En este caso se trata de equipos recién constituidos, con una idea y poco más, que se compensa con la liquidez que se obtiene si se hace un ICO y por la oportunidad de llegar el primero al mercado con una nueva tecnología, oportunidad equiparable a la de invertir en el pasado en Google cuando casi no existían buscadores.

Los gobiernos no quieren perderse la revolución blockchain y perder la oportunidad de ser el nuevo Silicon Valley, pero al mismo tiempo están en la encrucijada de evitar que un libre mercado incontrolado acabe con muchos minorista perdiendo su dinero y, sobre todo, que un mercado de criptomonedas descentralizado impida el control impositivo y facilite el blanqueo de capitales. Si se va a invertir en este campo, que puede dar grandes retornos, multiplos de inversión, hay que ser consciente de que viene con grandes riesgos.

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