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Caqui: El oasis que busca agua en el exterior

Vicent Burches, en una plantación de caquis en Alginet el pasado miércoles. vicent m. pastor

n Hubo un tiempo, ciertamente no muy lejano, en el que el caqui vivió su particular explosión en la tierra de las naranjas. Se convirtió, entre los productores e inversores agrarios, en un cultivo de moda, principalmente por su rentabilidad. Aquella creciente abundancia, sin embargo, ha empezado a estancarse como consecuencia del veto ruso y del incremento de la oferta. En el sector hay inquietud y sus dirigentes han empezado a tomar cartas en el asunto para evitar que este nuevo maná se seque. Todas las miradas se dirigen al exterior, aunque no es nada fácil la apertura de nuevos mercados.

Los datos ofrecen una fotografía bastante exacta de la situación. En 2009, este cultivo ocupaba una superficie de apenas 4.500 hectáreas en la Comunitat Valenciana. Una cifra que se triplicó en siete años, hasta los 15.520 de 2016. Sin embargo, en el último ejercicio el incremento ha sido de 457 hectáreas. Como dice el presidente de la sectorial de caquis de la Asociación Valenciana de Agricultores (AVA-Asaja), Vicent Burches, en 2017 apenas se plantaron árboles. ¿Por qué? Pues por la pérdida de rentabilidad.

En la citada organización explican que, a pesar de lo «trabajoso que es este cultivo», su coste de producción es similar al de las naranjas, en torno a los 22 euros por kilo, pero, mientras en los cítricos a veces no se cubría el coste, en los caquis se obtenían entre 30 y 33 céntimos de euro por kilo. Eso fue en el pasado bien reciente. El problema es que en la última campaña -va de septiembre a enero- ha habido momentos en que los productores han cobrado a 0,18 euros, lo que implica que, por primera vez, el precio se ha situado por debajo de coste. Fue solo durante unos días, pero Burches recuerda que desde 2014 el precio en el mercado nacional ha caído entre un 20 % y un 30 % y en la exportación, el 9 %.

Producción

El aumento de la superficie ha traído consigo también el de la producción, que en toneladas ha pasado de 50.000 en 2008 a 300.000 en 2017. Se trata, como dice Burches, de una pequeña cantidad a nivel mundial e incluso respecto de los 6 millones de los cítricos valencianos. Sin embargo, el mercado nacional está copado y también el de los grandes países de la Europa comunitaria. Para que el sector vuelva a las antiguas rentabilidades y, sobre todo, mantenga la velocidad de crucero de la última década, sus responsables consideran imprescindible abrir nuevos mercados en el extranjero, especialmente después de que el veto ruso, cuando apenas habían transcurrido dos años desde el inicio de las exportaciones a aquel país, frenó las ventas al exterior de este cultivo. Burches opina que, «si se abren nuevos mercados, la producción crecerá» y añade que la clave es conseguir la entrada en China, el mayor productor (y consumidor) mundial, que no importa esta fruta.

En AVA aseguran que el sector tiene su vista puesta en Sudamérica, con especial atención a Perú, y en países asiáticos como Vietnam, Corea del Sur o Japón, donde consumen sus propias variedades y donde, según Burches, «el rojo brillante que se produce en la Comunitat Valenciana triunfaría», como ya lo hizo en el resto de Europa por un factor añadido a su coloración, y es que en el momento de su comercialización solo coincide, básicamente, con la naranja y la manzana.

Pero negociar con estos países la apertura de fronteras no es nada fácil. Ante esta tesitura, el presidente de AVA, Cristóbal Aguado, remitió el pasado mes de enero una carta a la ministra de Agricultura, Isabel García Tejerina, en la que le instaba a buscar de forma inmediata soluciones para elevar las exportaciones de un cultivo que, en lo que a España se refiere, está concentrado en un 90 % en la Comunitat Valenciana.

Aguado trasladó a García Tejerina que las negociaciones con los citados países asiáticos se presumen largas y complicadas, mientras que existen grandes empresas importadoras que han manifestado su interés en comercializar caquis españoles en Perú, cuyo gobierno se muestra proclive a abrir las fronteras a ese producto. La organización cree que países como Argentina, México, Egipto o Sudáfrica son otros mercados que el Gobierno debería sondear. La mención a la comercialización no es baladí, porque, como afirma Vicent Burches, uno de los grandes problemas que aquejan a este cultivo es precisamente la distribución: «Hay mucho pequeño comerciante pero nos faltan grandes más allá de Anecoop». En su opinión, «la apertura de nuevos mercados tiene que ir acompañada de una buena distribución».

La respuesta del Ministerio de Agricultura, según la información a la que ha tenido acceso este diario, abunda en las negociaciones que mantiene en varios frentes tanto de América como de Asia para lograr que países de ambos continentes abran sus puertas al caqui y detalla las dificultades que ha encontrado en China y Vietnam, cuyas autoridades solo aceptan avanzar en la negociación de un producto a la vez, lo que ralentiza las conversaciones.

Además de una mayor apertura comercial, AVA tiene tres exigencias básicas para este cultivo. La primera de ellas es la creación de una interprofesinal que permita que el crecimiento sea «sostenible y ordenado». La segunda es que se investiguen nuevas variedades de caquis para diversificar la oferta, alargar el período comercial y no depender tanto de la variedad rojo brillante. En suma, propiciar que la campaña se extienda hasta marzo. Por último, que la Unión Europea busque alternativas al veto ruso.

Respecto a las autoridades comunitarias, Cristóbal Aguado se mostró muy crítico con el hecho de que Bruselas «negocia como un único Estado a la hora de importar y los países miembros deben acatar las condiciones que la Comisión Europea pacte, mientras que la negociación de las exportaciones y la apertura de nuevos mercados las deja a cada Estado miembro, lo que resta capacidad y equilibrio frente a gigantes como China».

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