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Las ciudades europeas declaran la guerra al diésel

El deterioro de la imagen del diésel tras el estallido del escándalo de Volkswagen ha recrudecido la batalla de las principales ciudades europeas, que ya tienen marcado en el calendario cuándo y cómo retirarán de circulación a los vehículos propulsados por este combustible. Estos vetos, junto a las nuevas restricciones a las emisiones a partir de 2021 y el foco de las ayudas para la compra de vehículos hacia los eléctricos, socavan los cimientos de la industria del motor.

Sede de la ONU en Londres, una de las ciudades que está atando en corto a los coches diésel. REUTERS

La imagen sobre el diésel ha dado un giro de 180 grados en apenas una década. De promocionar su desarrollo para consolidar su reinado frente a la gasolina, las autoridades se embarcan ahora en una ofensiva para borrar cualquier rastro de este combustible de las carreteras en una guerra que se ha recrudecido desde el estallido del escándalo del Dieselgate. Roma ha sido la última ciudad europea en sumarse a esta batalla frente al diésel tras anunciar recientemente que la circulación de estos vehículos por el centro de la ciudad estará prohibida a partir del año 2024.

Buena parte de las principales urbes europeas ya tienen trazado un calendario con los plazos en los que se ejecutará la retirada de estos vehículos de sus carreteras. Unos planes que ya han sido replicados por algunos de los mayores fabricantes. La sueca Volvo anunció en verano que a partir del año 2019 todos los vehículos de su catálogo serán eléctricos o híbridos. Pero no es la única. El Financial Times filtró que el grupo FCA, propietario de marcas como Jeep, Fiat, Chrysler o Alfa Romeo, prevé retirar de su catálogo todos los vehículos con motor diésel o gasolina a partir del 2022, mientras que firmas como PSA avanzan que todo sus modelos tendrán versión eléctrica en 2025.

Tres vías

Con esta retirada de este segmento, los fabricantes de automóviles pretenden dar esquinazo a un cerco al diésel que se materializa de, al menos, tres formas diferentes. La más visible (y drástica) es la prohibición total llevada a cabo por las diferentes ciudades. El paso dado por Roma es una réplica al que dieron en el pasado algunas de las mayores urbes del Viejo Continente.

París anunció que prohibirá por completo la circulación de vehículos con combustibles fósiles en dos fases. Una primera comenzará en el año 2024, a partir del cual estará prohibido circular por la ciudad con vehículos diésel y una segunda, desde 2030, en el que el veto se extenderá también a aquellos que se nutran de gasolina. Oslo, la capital de Noruega, prohibirá la circulación de todo tipo de vehículos por el centro de la ciudad a partir del próximo año y solo seis años después está previsto que este veto se extienda a todos los demás núcleos urbanos del país escandinavo.

Barcelona y Madrid

En Bruselas ya no pueden circular los diésel de más de 20 años de antigüedad, una medida que entrará en vigor el próximo año en Barcelona y aparcar en el centro de la ciudad solo será posible si su vehículo a gasolina tiene menos de 20 años (14 en el caso del diésel). La capital de España irá más allá y en 2025 solo permitirá la circulación de aquellos vehículos con motor de gasolina de menos de 25 años y diésel que no lleguen a los 19.

Este cerco al gasóleo obligará a los fabricantes a asumir un esfuerzo adicional que se incrementa conforme las autoridades aceleran los plazos para la retirada de circulación de estos vehículos. «Apostar fuerte por los eléctricos pondría bajo presión a la industria del automóvil española», alertaba el vicepresidente ejecutivo de PSA y director de operaciones en Europa, Maxime Picat, que también revelaba la otra cara de la moneda de los vehículos verdes. «Todos sabemos que un vehículo eléctrico no emite CO2, pero que hace falta mucho CO2 para fabricarlo».

Estas restricciones al tráfico suponen la mayor piedra en el camino para los fabricantes de vehículos diésel, pero no la única con la que se van a encontrar. El motivo de que el dueño de Fiat se plantee dejar de fabricar vehículos diésel a partir de 2022 y no de, por ejemplo, 2020, tiene su explicación en el endurecimiento de la normativa de emisiones de dióxido de carbono.

Ahora el máximo legal se sitúa en los 130 gramos de CO2 por cada kilómetro, pero Bruselas lo reducirá hasta los 95 a partir de 2021. Las marcas que lo incumplan se enfrentan a una multa de 95 euros por cada gramo de CO2 que exceda cada uno de estos vehículos. Un fabricante que comercialice un millón de vehículos que, de media, excedan este límite por 5 gramos se enfrentaría a una sanción de 4.750 millones.

La última pieza del puzzle la completa el cambio de rumbo en las ayudas a la compra de automóviles. Los planes Movea (Plan de Impulso a la Movilidad con vehículos de energías alternativas ) y Movalt (Plan de Apoyo a la Movilidad Alternativa) tomaron el relevo en 2017 y 2018 del Plan Pive en España y, a diferencia de este, solo financian la adquisición de vehículos eléctricos, híbridos o a hidrógeno, reduciendo el apetito del consumidor por las siluetas diésel.

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