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Proteccionismo, la profecía autocumplida

Las políticas defensivas generan una espiral que justifica mayores dosis de una receta que sólo conduce a la regresión y la penuria de todos

Las estrategias proteccionistas que ha empezado a desencadenar el presidente de EE UU, Donald Trump, mediante la imposición de aranceles para promover la sustitución de importaciones por producción nacional y la adopción de rebajas fiscales para atraer capitales y sustraer inversiones productivas a otros países, sumado a la aplicación de políticas de estímulo económico mediante gasto y déficit públicos, amenaza con generar una demanda creciente de más proteccionismo, en una suerte de profecía autocumplida.

En un país cuyo crecimiento económico depende en el 70% de la demanda interna, y que padece de una crónica insuficiencia de ahorro nacional, todo estímulo económico conduce a déficits externos porque su economía ha de ser financiada desde el exterior, y las entradas netas de flujos financieros se sustancian siempre en déficits exteriores por cuenta corriente. Sin corregir el patrón de crecimiento y los desequilibrios internos no se restañarán los externos. La estrategia de agrandar el déficit fiscal con rebajas impositivas aumenta la dependencia de la financiación externa porque el menor ahorro público (en realidad, desahorro) no tiene garantía de que se reequilibre con más ahorro privado.

El conjunto de políticas potencialmente inflacionistas que abandera Trump mermarán la competitividad externa del país, lo que erosionará al menos parcialmente la ventaja defensiva que se pretende al imponer barreras arancelarias.

Acero y aluminio

El gravamen al acero y al aluminio de importación encarecerá ambos productos cualesquiera que sea su procedencia (los extranjeros, por el arancel, y la producción nacional, por su insuficiencia para atender toda la demanda interna), por lo que todos los productos semielaborados o terminados de fabricación nacional que incorporen ambos materiales pasarán a ser más caros que sus competidores extranjeros, salvo que éstos (coches, aviones, electrodomésticos o cualesquiera otros) también sean gravados. El proteccionismo, si se implanta como vía nacionalista de crecimiento y autosuficiencia, sólo se sostiene con más proteccionismo.

La pretensión buscada de que las compañías extranjeras inviertan en fábricas en EE UU si quieren eludir los aranceles es un arma de doble filo. El mayor fabricante mundial de electrodomésticos, el sueco Electrolux, acaba de frenar una inversión en una fábrica en Tennessee (EE UU) por el temor al encarecimiento disuasorio del acero, una de sus principales materias primas.

El empleo en la industria transformadora es muy superior al que ocupan las plantas siderúrgicas, por lo que cuando George W. Bush aplicó aranceles al acero en 2002 se destruyeron empleos netos en el conjunto de la industria relacionada con su producción y transformación.

Otras compañías que elaboran el producto penalizado podrían optar por fabricar en el propio país, pero, en un contexto de pleno empleo en EE UU y con un discurso beligerante y nacionalista contra la inmigración de mano de obra por parte de Trump, un aumento de la capacidad productiva se traduciría de inmediato en falta de personal y en un encarecimiento del factor trabajo que alimentaría la inflación salarial. Con ello la economía volvería a perder competitividad.

El alza salarial, junto con las políticas potencialmente inflacionarias de Trump, forzarían incrementos de las tasas de interés, lo que terminaría por apreciar el dólar con pérdida de competitividad por el consiguiente abaratamiento de la importaciones y encarecimiento de las exportaciones, y más si, como pretende Trump (e invocó en Davos en enero), se produjese una pujante corriente inversora y de flujos de capitales hacia EE UU atraídos por la rebaja fiscal y la protección del mercado interior para determinadas fabricaciones, lo que aún contribuiría más a elevar el tipo de cambio de la moneda.

Baja competitivad

La protección a determinados sectores se explica por su baja competitividad relativa pero este auxilio estatal a industrias básicas favorecerá una asignación de recursos (capitales y humanos) poco eficiente si se detraen de aquellos otros sectores que no precisan amparo y que, sin embargo, podrían verse dañados por la política dirigista gubernamental de fomento de actividades mediante una fuerte protección arancelaria discrecional y selectiva para favorecer a industrias débiles.

El efecto dominó que ya está en marcha mediante una secuencia de represalias, con imposición de aranceles recíprocos, en una espiral de «ojo por ojo y diente por diente», conducirá a más proteccionismo y a más paro, recesión y penuria.

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