Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Del tajo a la hierba

Del tajo a la hierba

La semilla de la inmensa mayoría de los éxitos empresariales suele ser humilde. Un garaje familiar en California puede alumbrar un gigante como Microsoft y una carnicería en Poble Nou se convierte en el germen de Mercadona. No todas las historias alcanzan tamaña dimensión, aunque la magnitud del triunfo muchas veces no está vinculada con el volumen. El madrileño José I. Fernández, que todavía es joven y, por tanto, tiene muchos renglones por escribir en su biografía, es un emblema de prosperidad, sobre todo si tenemos en cuenta que, como quien dice, hace cuatro días estaba subido a un andamio y ahora es el jefe, un empresario con todas las de la ley.

Fernández, con 42 años, nació en una familia trabajadora cuando Franco y su dictadura se despedían. Es decir, un hogar con estrecheces. El padre, toledano de nacimiento, ejercía de pescador en Cádiz, la tierra chica de la madre. La matriarca le puso una condición: o ella o el mar. Claro, se impuso su criterio y la joven familia se trasladó a Madrid, donde nació el futuro empresario. Fernández, aficionado a la lectura de literatura e historia, según confesión propia, siguió pronto los pasos laborales de su progenitor, quien se hizo encofrador al llegar a la capital. Con 19 años, Fernández dejó los estudios y se fue a la obra: «Hacía falta en casa y, además, en aquella época se ganaba mucho». Se hizo oficial.

Un tiempo más tarde, conoció a Lucía, su mujer, y se vino tras ella a València. Afirma que hacía tiempo que se quería ir de Madrid, porque allí la vida «es muy estresante», aunque es socio del Leganés. La cuestión es que alguien inquieto como Fernández que además había aprendido a interpretar planos encontró trabajo fácilmente. Era 2006 y la alegría duró poco, porque un año más tarde empezó a asomar la patita la Gran Recesión. Pese a todo, asegura que solo estuvo en el paro tres meses: «Envié currículos a todas partes donde ponía que podía hacer casi de todo». Entre quienes contactaron con él se encontraba una pareja germano-polaca que acabaría por transformarle la vida.

De carritos de golf a campos de hockey hierba

«Me contrataron para vender carritos en los campos de golf, porque me gustan los coches, pero además se dedicaban a comercializar césped artificial. Como yo venía de la obra, me ofrecí a colocarlo. Llegué a ir a Alemania y Polonia a instalarlo en campos de hockey hierba», recordaba esta semana. Los patrones, sin embargo, no eran gente seria, mucho menos en esos años de aguda crisis: «A los dos años, me debían mucho dinero porque no me pagaban las comisiones acordadas. Como no tenía otra cosa, aguantaba, aunque algunos meses no alcanzaba ni los 800 euros de sueldo».

Entonces surgió otra oportunidad. Y es que un cliente de Zaragoza puso a la venta una web propia de venta de césped artificial «que estaba muy bien posicionada» y que se llamaba como ahora, Intercésped. Pedía mil euros. Fernández acudió a su hermano bombero en busca de esa cantidad y logró adquirirla solo por 900. «Como conocía a mucha gente en el sector, las empresas me vendían producto y pude empezar a instalar césped», aunque las ayudas le llegaron también desde la Generalitat, que le dio una subvención de 3.000 euros, y los padres, que le prestaron el dinero para comprarse una furgoneta.

Empezó en 2010 como autónomo. El tránsito a empresario se consumó en 2012 y, desde entonces, la trayectoria profesional de Fernández, recientemente nombrado vocal del comité organizador de la feria valenciana Iberflora, no ha dejado de crecer. La firma facturó 900.000 euros en 2015, que alcanzó en 2016 el millón y medio y que el año pasado llegó a los dos millones. La compañía es ya «la quinta de España en distribución de césped». Además, la plantilla está en diez personas. Con estos mimbres, la empresa ha extendido sus tentáculos por España y, a través de clientes que son decoradores o jardineros, ha trabajado para Mercadona, Porcelanosa o El Corte Inglés.

Las instalaciones de Intercésped están en el polígono Los Vientos de Náquera, pero, como la actividad de la empresa es incesante, el recinto se le queda pequeño para almacenar todo el producto, motivo por el que su propietario se propone empezar a mirar si amplía la nave actual o busca una más grande. Fernández afirma que el principal valor de una empresa «es la gente» y apunta con orgullo que uno de los consejos que le sigue dando su padre es que no sea tacaño con las nóminas de sus trabajadores. ¡Ole!

Compartir el artículo

stats