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Qué poco hemos cambiado... ¡Por suerte!

Qué poco hemos cambiado... ¡Por suerte!

Hoy me permitirán que comparta con ustedes una historia que me ha llenado de orgullo, una historia que constata que cuando haces bien las cosas, antes o después los demás te acaban copiando.

Hace poco he cambiado de casa, con la consiguiente mudanza. No sé si para ustedes, pero para mí las mudanzas son una experiencia irritante, aunque de vez en cuando nos deparan recompensas insospechadas. Y en esta ocasión he cantado bingo, pues, al abrir un cajón, me topé con un vestigio del pasado de Mediolanum: la carpeta con la que iba a visitar a mis clientes, allá por 1986, cuando empecé mi actividad como asesor financiero.

Hablar hoy de una carpeta, en la era de las tablets, resulta vetusto y, de hecho, el portafolios es de una estética vintage. Pero lo interesante de mi flashback estaba en el contenido, el que llevaba hace tres décadas, con recortes amarillentos de diarios y gráficos en blanco y negro hechos con unos rudimentarios programas informáticos. Aunque, por encima de todo, me impactó el formulario que ya hace treinta años pasábamos a nuestros clientes. Con un bolígrafo anotábamos sus objetivos de ahorro, sus necesidades financieras a corto, medio y largo plazo, y las características personales y familiares e, incluso, los rasgos de su personalidad.

Seguro que les suena. Desde los inicios de Mediolanum, sus asesores financieros ya hacíamos lo que hoy exige la MIFID II: recogíamos la información sobre los objetivos, las necesidades y las exigencias de nuestros clientes, así como su perfil de inversor y su aversión al riesgo. Por eso, mi carpeta y su formulario me llenan de orgullo, pues es la prueba indiscutible de que treinta años atrás ya hacíamos las cosas de la manera correcta para el cliente. Y la dinámica que seguíamos entonces se asemeja a la de ahora, pues mediante esa información preparábamos la propuesta de inversión y planificación del ahorro, mostrando ya la prudente medida de la diversificación de los activos para minimizar el riesgo y buscar un mayor rendimiento. Y, aunque la tecnología nos ha dotado de unas herramientas muy potentes y útiles, en esencia hoy actuamos de la misma manera.

Esta forma de actuar, ahora, para proteger al inversor y asegurarle un buen asesoramiento, nos la exige la normativa MIFID II a todos los bancos y empresas del sector financiero. Unas exigencias a las que el sector se ha tenido que adaptar, en muchos casos modificando sus políticas o sus formas de hacer. Para Mediolanum ha sido fácil, pues venimos aplicándolas desde siempre y, en lo esencial, hemos cambiado poco. Ya lo he dicho antes, mi carpeta es la constatación de que algo estábamos haciendo bien.

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