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Iris Van Dongen

La otra cara del retrato

El retrato es uno de los temas más misteriosos del Arte, y más aún cuando es el origen del sentido huidizo de la vida, como la posesión de la imagen vence la ausencia causada por el tiempo

Capturar la presencia esquiva o crear un simulacro para vencer la desaparición sería una de las cuestiones del origen del retrato. Tiene la literatura mucho de esos retratos que terminan convertidos en el espacio mental del lector como coleccionista de retratos mentales, de mitos. Aunque no debemos olvidar la diversidad de funciones que ha tenido éste a lo largo del tiempo: sentido religioso, enaltecimiento social, encargo, imagen documental, deseo de supervivencia, anclaje de la memoria. Nunca existe neutralidad a la hora de plasmar una imagen, más bien cada rostro adquiere una serie de valores.

Un mundo de inquietantes retratos psicológicos envuelve la obra de la artista Iris van Dongen (1975 Tilburg, Países Bajos). Comrade shadow (La sombra del camarada), la segunda exposición individual de esta artista en la Galería Luis Adelantado recoge los dos últimos años de un trabajo interesado por el coleccionismo de antigüedades. Un recurrente universo de imágenes femeninas se acompasa con una serie de jarrones de cerámica de Delf, alfombras y esculturas africanas que hace al espectador cuestionarse realidades como el ocio y el trabajo, el tiempo y el dinero, interrogándose por lo realmente importante y auténtico en el arte. Conceptos como posesión de belleza y lujo nos descubren sutilmente algunas de las más ocultas y oscuras caras del coleccionismo.

Hay algo del coleccionismo de mujeres tras los personajes de Van Dongen, que podría evocar a través de su ausencia a aquel personaje psicótico descrito por John Fowles, y tan común en el deseo de posesión de la belleza, Una suerte de tour de force descrita en los rostros de las retratadas: la expresión de apatía, la vitalidad, la nostalgia, el yo en proceso de desaparición, tratando de mantener el tiempo y a su vez quitarlo completamente. En definitiva, Van Dongen nos lleva a un viaje infinito a través del tiempo, de exaltación de la juventud, descubriéndonos la otra cara del retrato femenino y el oculto mundo de su posesión, muchas veces enmarcado en urnas como jaulas donde recuperan la visión.

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