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IVAM

La renovación como aventura

Sesenta piezas conforman un recorrido por la declaración de intenciones

Gullermo Kuitca.

Variadas técnicas

En Tránsito. Fondos de la colección Permanente. IVAM. Guillem de Castro, 118. Valencia. Hasta el 30 de agosto

Nueva dirección, nuevos nombres y nuevas ilusiones por recuperar el rol referencial que otrora tuvo el Ivam allende las fronteras; ello, con una exposición que explícitamente habla de caminos posibles de explorar sin prescindir de la memoria, en este caso su erario. Sesenta piezas, entre pintura, escultura, fotografía, dibujo, instalación y vídeo, pertenecientes a su colección, conforman un recorrido por tres secciones temáticas que a modo de declaración de intenciones evoluciona desde la idea de construcción, se detiene en los procesos de desarrollo y arriba a las cuestiones sobre la identidad y la pertenencia.

Comisariada por el nuevo director, eje de las esperanzas depositadas, José Miguel G. Cortés, y su Jefe de Producciones Externas Álvaro de los Ángeles, la muestra recibe al espectador en la explanada con una pieza de Richard Serra „públicamente estrenada para la ocasión„ alusiva en su soterramiento a ocultos fundamentos y a los necesarios ciclos por superar, metros más allá, la Chabola Solar de Marjetica Potrç refiere a recursos renovables por asumir. Tras esta literal introducción y teniendo como nexo una cinta transportadora de Serge Spitzer, el espectador puede oscilar sus miradas y emociones entre los apartados Buceando entre las Ruinas, Mutaciones y Cartografías/Identidades Fluidas.

En la primera sección, el cúmulo de cenizas cubriendo un rectángulo de Reiner Ruthenbeck refiere a la ruina y a la correspondiente revalorización de lo que fue y puede ser, caso que también aborda Herbert List en sus fotografías de Múnich tras la Segunda Guerra Mundial y los vídeos de Gordon Matta-Clark que incluye el concepto de cambio y metamorfosis y conecta el siguiente ámbito, Mutaciones, en el que tanto la escalera mecánica inconclusa de Ángeles Marco, los murales curvos de Cristina Iglesias y la maqueta ingenieril de Bruce Naumann tienen como argumento el desplazamiento físico en su relación con los caminos de la memoria. Diseñados al amparo de la supervivencia, en la favelas de Dionisio González, orgánicamente amalgamados por Charles Simonds, frágiles y, no obstante, racionales en José María Yturralde, impredecibles y metafísicos en Miquel Navarro.

Estación terminal, el tercer apartado se ocupa del cuerpo y su inherente correspondencia con el paisaje como emblema de identidad, y, con ello, de las fronteras entre el individuo y la sociedad. La cruz formada por trece monitores que reproducen fragmentos anatómicos, obra de Gary Hill, habla de estos límites formalizados por una cultura uniforme no siempre compatible con la conciencia del otro y sus particularidades; tema abordado por las camillas de Guillermo Kuitca que constituyen ejemplo cabal de la impronta humana sobre el producto fabril, desdibujo que en los montajes de Richard Hamilton y Arnulf Rainer son denuncia militante humanista y en Pierre Molinier alegato sobre la libertad de expresión individual.

En suma, una exposición de vitalista transitar que indica otras sendas por hollar e inaugura otros modos de operar y trascender al público, tarea que se augura compleja, exenta de espectacularidades y nombres rimbombantes, que deberá contar con la complicidad del público al que espera representar con dignidad. La dignidad que se aspira recuperar.

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