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Complicidades

Por qué me gusta leer

Ya se sabe que en los asuntos del gusto manda el capricho, y que el capricho resulta un asunto difícil de explicar. Imposible, más bien: sucede, se produce, se cultiva, se persigue. Uno se da el capricho de tener caprichos, y eso suele bastarnos. Las inclinaciones, las manías, las insuficiencias convertidas en rasgos del carácter, también son caprichos del carácter.

Uno de mis caprichos meditativos consiste en preguntarme por qué tenemos determinado género de caprichos. ¿Por qué nos gustan las cosas que nos gustan? Y, como una de las cosas que me ha gustado siempre es leer, me he preguntado a menudo por qué me gusta hacerlo, qué es lo que más me gusta en la lectura. Me imagino „es decir, estoy convencido de ello, pero trato de que mi afirmación no suene demasiado severa„ que todo lo que nos gusta nos gusta por muchos motivos. Nos entretiene, nos satisface, nos enseña, nos atrae sin remedio, nos infunde la superstición de la utilidad, y tantas otras cosas.

Los lectores solemos atribuir a la lectura una importancia decisiva. Es lógico: si no lo hacemos nosotros, quién va a difundir esa idea. Los lepidopterólogos creen que la lepidopterología supone una actividad fundamental. Los creadores de películas de animación con muñecos de plastilina sostienen que las películas de animación con muñecos de plastilina representan una variedad necesaria del arte. Debe ser así: como esperes, en España, que alguien venga a alabar tu trabajo, sin pertenecer al mismo gremio que tú, estás listo.

El caso es que leer está bien: incluso muy bien. Lo recomiendo en general. Pero sin ponernos estupendos. El fin último de las cosas es ser feliz, procurando no robar a los demás su felicidad propia; de modo que hay muchas formas de lograrlo. Comer moluscos, bailar en compañía, viajar por ahí, jugar al fútbol (aunque sea con una lata de cocacola), escuchar música, incluso afiliarse a un partido político. La listas de caprichos son necesariamente caprichosas.

Lo que más me gusta de las lecturas que me gustan no es esa monserga de vivir otras vidas (¿alguien, de verdad, no distingue entre lo que es vivir una experiencia biográfica completa, y una experiencia biográfica simplemente leída?), ni esa cantinela del aprendizaje y la cultura, ni ese estribillo de que leer nos hace menos manipulables (porque luego viene el que no ha leído un solo libro, con la chequera llena, y lo manipula todo). Lo que más me gusta es ver alzarse en las palabras la impresión de que hay alguien concreto al otro lado: una inteligencia, un relato del por el mundo, un corazón. Busco personajes que me sugieran personas: en las novelas, en los poemas, en los ensayos, en las obras de teatro, en los artículos de prensa, en las canciones, en los aforismos. Busco la apariencia, mediante la combinatoria verbal, de que estoy en presencia de un corazón humano, a ser posible al desnudo. Con todo lo que un corazón alberga: heroicidades y desdichas, insignificancias y sueños. Sólo me interesa de verdad la escritura cardiológica, cordial: la que parece hablar del corazón de alguien al corazón de alguien. El resto de razones no está mal: cada corazón tiene sus caprichos.

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