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A vuela pluma

Lo bueno del IVAM

Lo malo es el desprestigio, que el tiempo tardará en curar. Lo bueno de esta época de limpieza y levantamiento de alfombras en el IVAM es que esté dejando procedimientos estables contra la toma arbitraria de decisiones y el descontrol en el gasto

Lo malo es el desprestigio, que el tiempo tardará en curar. Lo bueno de esta época de limpieza y levantamiento de alfombras en el IVAM es que esté dejando procedimientos estables contra la toma arbitraria de decisiones y el descontrol en el gasto. Lo bueno es que los directores (desde el actual hasta los que vengan) se designen mediante un concurso internacional de méritos, como dice el nuevo reglamento del museo. Lo bueno es que las adquisiciones, las exposiciones y los comisarios se aprueben a partir de ahora con una memoria detallada de proyecto y costes, con un protocolo de estricto cumplimiento, como dice el nuevo director que ya ha puesto en funcionamiento. Lo bueno es que el Código de Buenas Prácticas se aplique, como se ha firmado.

Ciscar. Creerse invencible y no saberse retirar a tiempo son dos causas habituales de derrota en el campo de batalla. Consuelo Ciscar pensó que su castillo era inexpugnable y hoy se enfrenta a una situación política, judicial y personal que nadie querría para sí. Habrá que ver cuántos de los que antaño firmaban manifiestos de apoyo a la exdirectora del IVAM salen ahora en su defensa, pero no es buen indicio para ella que la Fiscalía Anticorrupción haya abierto diligencias sin esperar al informe definitivo de los auditores de la Generalitat. Solo se recuerda un precedente, el de Feria Valencia. Habrá que comprobar, no obstante, el rigor de las valoraciones que han constatado sobrecostes en la compras de arte en la década Ciscar, porque por lo que ha trascendido los tasadores no siempre han ido de frente, pero en todo caso el rigor será el mismo con el que se han hecho las valoraciones de las donaciones que recibía el IVAM, porque los tasadores son los mismos desde 2008.

Cortés. Los procedimientos y las normas están muy bien, pero cualquiera sabe que siempre quedan rendijas. Y están las formas, tan sustanciales en el arte como en la política. Y en el despacho de un director de un museo público hay tanto arte como política. José Miguel G. Cortés ha roto con la era Ciscar „tan cuestionada desde fuera y tan silenciosamente soportada desde dentro„ y ha establecido procedimientos contra la arbitrariedad, pero no se ha despegado de ciertas tendencias que parecen vicios del puesto. Dejar atrás sierras lozanas y castros transitados era un ineludible paso al frente, pero empezar trayectoria con una exposición coordinada por el profesor con el que Cortés lleva colaborando desde hace décadas no parece la mejor elección, por muy interesante que haya sido el proyecto y por mucho que se hayan cumplido todos los protocolos reglamentarios. Cuestión de formas. Lo mismo puede decirse de la muestra que el director inaugurará en unos días: que entre la pléyade de creadores valencianos, en la programación de 2015 haya quedado la exhibición de la mujer (ya fallecida) de Tomàs Llorens, uno de los miembros „y no cualquiera„ del tribunal que eligió a Cortés, no parece la elección más sabia, a pesar de los valores artísticos de Ana Peters y el peso en el panorama cultural de las últimas décadas de Llorens, que nadie duda. Cuestión de formas y estilo, que cuentan tanto como los procedimientos. Los cheques en blanco eran cosa del pasado, ¿no?

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