Stefano Bollani es una fiera artística, de dentro afuera y sólo en ese orden. Este pianista se ha ganado un merecido puesto en la escena internacional por saber encajar su particular lenguaje en distintos contextos musicales. Bollani puede presentarse al máximo nivel, y con aplastante solvencia, allá donde vaya. Su temprano talento, y la suerte de cruzarse en el camino con su mentor, el afamado trompetista Enrico Rava, le abrieron las puertas y lo impulsaron a la vida para la que estaba destinado: hacer uso de la técnica para expresarse a su antojo.
Aferrado a la idea cosmopolita de la música, Bollani es un completo showman que controla la escena desde la butaca con maestría. Su personalidad poliédrica le permite compartir escenario con prestigiosas orquestas como la Orchestra Sinfonica Nazionale della RAI y la Royal Liverpool Philharmonic, co-liderar proyectos con grandísimos jazzmen como Chick Corea o presentar y dirigir programas de humor tanto en radio como en televisión. «Soy lo que soy, y aquí está lo que soy», contesta acerca de su versatilidad citando a Popeye. Y es que el humor en Bollani es un grado que él entiende como elemento inherente a toda personalidad artística: «creo que muchísimos compositores y músicos tuvieron un gran sentido del humor, pero el humor es diferente en según qué tiempo y a veces no somos capaces de percibirlo. Para ilustrarlo con un ejemplo, la música de Mozart, a menudo, está claramente llena de humor pero le hicimos un monumento y, como sabes, a la sociedad no le gusta un monumento riéndose».
El italiano, con más de veinte años de carrera, actuará por primera en nuestra ciudad el próximo 7 de julio con motivo del Festival de Jazz en el que encabezará una noche que estrecha vínculos con el país vecino, ya que compartirá velada con un proyecto de conexión directa Valencia-Italia: David Pastor&Massimiliano Rolff Quartet.
Su visión universal de la música, y del arte en general, hace que te desmonte por completo el planteamiento de si cree que sería necesario hacer más por unir dos escenas tan próximas y que, de momento, no están aprovechando sus sinergias: «no hay una escena española y una italiana, no existe tal cosa. Hay músicos. El ser humano aparentemente ama dividir a las personas en tribus, pero eso terminará pronto€Puede».
Reacio a las etiquetas, también rehuye y escurre el bulto ante la pregunta de si considera que su capacidad para hacer que distintos lenguajes confluyan de forma natural, dando lugar a una expresión totalmente propia, es un factor que acerca su música a un espectro de público más amplio: «¡a eso debería contestar el público! Estoy tratando de recordar lo que sabía de niño€ Que amo a la música y no me importa cómo se la etiquete. Las etiquetas están confundiendo a la creatividad».
Y, por si aún quedaba alguna duda sobre el intríngulis de este espíritu libre, queda despejada con la incógnita de lo que deparará su noche en Valencia: «nunca decido el repertorio hasta antes de subir al escenario. El concierto se basa en la improvisación. Esto significa que puedo usar cualquier tipo de material, desde una canción pop, a una composición propia, hasta un choro brasileño o un tango, para crear un concierto diferente cada noche».
Qué mejor propuesta que esta, la del factor sorpresa, que invita a escudriñar a este improvisador nato, de fuerte personalidad y provocador carisma, que se alza en el contraste de la estética informal y el privilegiado seso de su música.
